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El año escolar se iniciará con los temores de siempre

Desde hace cinco años la República Dominicana se ha propuesto la meta de avanzar hacia la calidad de la enseñanza, con la impronta de superar las malas notas que relegan a su sistema educativo a los últimos lugares, cuando se comparan los resultados de los exámenes en los países de América Latina y el mundo.

El año escolar 2017-2018 se trazó con estos fines numerosas novedades, que buscan impactar en los aprendizajes de más de dos millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Pero otra vez, y pese a la inversión del 4 % de Producto Interno Bruto (PIB), las diatribas internas parece que harán naufragar, o por lo menos retrasar estas iniciativas.

En el sector educativo debe entenderse ya que su sustancial mejoría no solo dependerá de que el gobierno continúe su carrera indetenible de inauguración de escuelas, que permitiría que para el 2018 alrededor de un millón 200 mil estudiantes estén incorporados a la Jornada Escolar Extendida y que en este período entren en operación 200 nuevas escuelas.. .

La acción se prolonga desde que el presidente Danilo Medina creó mediante decreto 625-12 del 19 de noviembre de 2012 el Programa Nacional de Edificaciones Escolares, con el compromiso de construir 29,000 nuevas aulas, y una inversión estimada en RD$88,000 millones.

La población debe preguntarse, en cambio, si con la actual estructura y resistencia de los grupos internos y externos en el Ministerio de Educación, que solo ven el 4 % como una piñata para saciar sus intereses, se lograrán resaltar expectativas vitales como el programa República Digital, la política de los centros educativos sostenibles, aplicación efectiva del currículo por competencias, ampliación y fortalecimiento de la modalidad técnico-profesional y la formación continua de docentes centrada en la escuela.

No ha bastado que a casi 90,000 maestros que ahora integran la nómina del ministerio se les haya aumentado el sueldo de manera sostenida desde 2013 por el orden del 67.18 % ni que se beneficie a jubilados y pensionados, y se profundicen las mejoras en el Seguro Médico de los Maestros. Tampoco el otorgamiento de ceca de 200,000 becas a 87,318 docentes, técnicos, directores, coordinadores y orientadores, así como la formación de 1,231 directores de centros educativos en la Escuela de Directores, entre otras conquistas.

Por qué si tanta belleza es verdad cómo es que un pertinente anuncio de evaluación de desempeño, implementación de un nuevo currículo, reclamo de aumento salarial o una auditoría en pos de transparentar la nómina trastornan todo el sistema, hasta el extremo de colocarlo en jaque.

¿Dónde está el meollo del asunto? Es pertinente atribuirlo en parte al sempiterno clientelismo político y debilidad de nuestras instituciones. A la resistencia al cambio, cuando resulta imposible en estos tiempos modernos que prevalezcan enquistados el ocio, los métodos tradicionales de enseñanza y los truchimanes empedernidos que violentan todos los procedimientos éticos en un sector tan sensible para el desarrollo del país.

El presidente Medina debe saberlo como abanderado de la Revolución Educativa. Lo sabe también el ministro Andrés Navarro, quien no ha informado todavía todos los pormenores de la auditoría que ordenó cuando fue designado en la importante posición el 16 de agosto del año pasado, en sustitución de Carlos Amarante Baret.

También los miembros del Consejo Nacional de Educación deben estar suficientemente informados de los vericuetos que frecuentemente provocan la inercia en situaciones vitales., así como la dirigencia de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), que tiene una poderosa maraña de organismos en los Distritos Educativos, Regionales y centros escolares, que supervisan y determinan con recelo el trabajo de directores, orientadores, coordinadores, docentes, secretarias y personal de apoyo.

Entonces, si se quiere desarrollar sin riesgos ni veleidades las políticas que apuestan a la calidad del docente y los aprendizajes de los estudiantes, hay que desatar las amarras y marchar en la misma dirección, hacia los mismos objetivos. ¡Manos a la obra!

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