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Mala fe con el carnaval vegano

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Dagoberto Tejeda OrtizSanto Domingo

El carnaval vegano no es un espectáculo comercial y superficial, extraño a la intimidad de este pueblo. Ni siquiera es una imposición oficial o un negocio comercial. El carnaval vegano es parte de su ser, de su orgullo, de su identidad. Es su catarsis, es su obsesión, es parte de su vida. ¡Es su orgullo!

Por eso, esta expresión cultural es parte de su espiritualidad. En vez de ser “profano”, el carnaval para el vegano es “sagrado”. El carnaval es un espacio democrático, de libertad, de entrega, de sueños, de trance, de realización del vegano de todos los extractos sociales. Pasa un año soñando, ansiando, presintiendo, para realizarse durante 4 domingos. Después, vienen los meses de la nostalgia y de los sueños.

errores, por parte de los organizadores, pero eso no es la esencia del problema. Porque lo que está en juego es el carnaval como expresión del pueblo. La solución no es la irreflexión del Poder, y menos la irracionalidad de la fuerza, sino el dialogo para buscar soluciones y salvar el carnaval. Atentar contra el carnaval es atentar en contra del pueblo vegano, es irrespetarlo, es herirlo, es desconsiderarlo. Estoy seguro que en el fondo, todo el vecindario del escenario del carnaval no están deseando ni solicitando la eliminación de su carnaval, sino su regularización, la vigencia de algunas normas que deberán ser el resultado del consenso en un dialogo sincero, que no puede ser decisión de ninguna instancia individual en particular, sino el resultado del intercambio de diversos sectores, instituciones y organizaciones en encuentros colectivos.

Es discutible la presentación de los espectáculos artísticos, pero no puede haber un carnaval con seguridad y organización sin el cierre de calles como respuestas técnicas y estratégicas, sobre todo cuando el carnaval necesita su espacio particular, para seguridad de todos. Una de las singularidades del carnaval vegano, copiado por otros carnavales, que le otorga originalidad son las cuevas. Prohibirlas, es atentar contra la tradición y la identidad. Es posible regularizarla, pero otra cosa es eliminarlas. Comparto los criterios del historiador Cesar Arturo Abreu, de que el carnaval vegano no es un desfile burocratizado, artificial, de separación, sino que es un carnaval de integración, de relaciones primarias entre actores y espectadores. Impedir esto, es atentar contra su esencia y su identidad. ¡Busquemos soluciones, pero no tengamos mala fe con el carnaval vegano!

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