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LECTURA DEL DOMINGO

Criticar como amateur

Este escrito no pretende desafiar a nadie. Ni el editor sabe a ciencia cierta por qué se publica. Si se difunde a como columna invitada para advertir que los críticos, tanto de cine, de literatura, de economía, de política, de religión, de gastronomía y hasta de moda, hacen tremenda falta en el mundo de hoy donde todo parece color de rosa. Una nación sin crítica no va a ninguna parte. Pero hay que saber criticar, hacerlo con objetividad, información y sobre todo con coraje. El crítico debe estar preparado culturalmente para escribir, ya sea para bien o para mal. El ejercicio del criterio es un desafío y también un deber para que todos crezcan y se ilustren. Y también para criticar al crítico. Estas reflexiones van como nota introductoria a un escrito ejemplar. Un nuevo fragmento del libro “Escritos de cine” de James Agee, fundador la crítica de cine en los Estados Unidos. A buen entendedor, pocas palabras.

“Me gustaría servirme de esta columna sobre cine para homenajear y dignificar el tema en cuestión, interesándoles y sirviéndoles a ustedes, mis lectores. Que yo sea la persona idónea es una cuestión abierta sobre la que nada tengo que decir. No obstante, puedo empezar describiendo mi condición como futuro crítico.

“Sospecho que, más de las veces, me hallo en la misma situación que ustedes: profundamente interesado en el cine, con una considerable experiencia acumulada desde la infancia como espectador, soy un individuo al que le gusta pensar y hablar de las películas y, totalmente, o casi totalmente, carente de experiencia, o poseedor de un conocimiento de segunda mano, acerca de cómo se hacen. Si en términos generales, mi observación está en lo cierto, podemos partir del mismo punto, de obstáculos comunes y, si me lo permiten, ello explicaría el hecho de que yo esté aquí de dos maneras. Mi tarea consistirá en moderar una conversación como un crítico amateur entre otros críticos amateurs. Y mi función solo será útil e interesante si mi juicio como amateur es estimulante, iluminador y está bien fundado.

“Que mi propio juicio y el suyo sea el de un amateur solo puede considerarse una desventaja en parte. También es una definición. E incluso, puede convertirse en una ventaja, o algo de esa índole, en el sentido de que la preocupación profesional por la técnica, por la taquilla, por los malos antecedentes, o simplemente por el trabajo, puede empañar o alterar el ángulo desde el que se juzga. Puede que incluso me refiera aun gran director como John Ford con el mayor respeto por él como técnico y hombre dabal, y a la vez lamente el noventa y nueve por ciento del metraje de “Las uvas de la ira” (“The Grapes of Wrath”, 1940) y sea capaz de especificar mi queja; y esta será una cuestión únicamente relativa a la madurez de mi juicio, en absoluto a mi estatuto profesional, independientemente de que esté o no en lo cierto. Por otra parte, si fuera un profesional, mi comprensión de la complejidad del proceso de producción de una película estaría tan clara que eso me convertiría en alguien mucho más receloso que la mayoría de los críticos a la hora de elogiar o deplorar una película. Efectivamente, si uno puede remontarse a las causas de esa especie de fracaso de graves consecuencias, acaba implicándose tanto en el análisis de una industria, de una forma de funcionamiento y del talante de una civilización determinada como en el análisis del filme.

“En calidad de amateur, pues, deberé , con tanta fluidez como me sea posible, reconocer mi propia ignorancia y no sentir la necesidad de disculparme por lo que me dicen mis ojos mientras contemplo una pantalla; pues las pruebas son irrelevantes como excusas y disponibles proporcionalmente al ojo que las ve y a la mente que las utiliza”.

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