Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

Amor y desencuentro

Odio y amo. Quizás te preguntes por qué hago esto. No lo sé, pero siento que así ocurre y me torturo. Catulo.

Asentados, consciente o inconscientemente en la teoría camusiana del “Absurdo” los seres humanos amamos, odiamos, perdemos, ganamos, reímos, lloramos, vivimos, morimos, etc., asidos a una cualquiera de sus fórmulas para enfrentar la existencia: el suicidio, la rebelión o la aceptación.

La frase de Catulo en “Carmen 55” “Odi et amo” revela la angustia en que se disipa la existencia humana cuando de amores se trata; pues, inseguro del devenir -sobre todo porque su voluntad no basta para definir los resultados- el hombre vive y muere psicológicamente al influjo de la otredad, de sus designios, en tanto que definidora de lo futurible. Todo esto sin incluir, obviamente, la indiferencia del universo por el destino de sus sentimientos.

En muchos casos, en el amor, la solución asumida suele ser una suerte de resignación y abandono a las circunstancias. Pero resulta que, desde nuestra perspectiva, eso es igual a renunciar a nuestra humanidad; a esa humanidad dotada de sentimientos a veces instintivos, expresada en las preferencias y las pasiones mismas. Sería como asumir la teoría de la “Vía Media” budista que propone “la eliminación del dolor por la eliminación del deseo”, y cualquiera que eso haga deja de ser humano para convertirse en una cosa.

La cuestión parece difuminarse aún más cuando se la pretende enfocar con la lente de la racionalidad porque, tratándose de un sentimiento de este género, seguro que no admite cálculos de ninguna índole, y no se sabe cuándo es más útil lo irracional a la hora de satisfacer las apetencias humanas derivadas del amor.

Por algo decía mi padre que “el que se va a casar o a comprar un carro no puede ser aconsejado” cuestión deducida del carácter a veces alienante de esa decisión; y con razón, Schopenhauer atribuía al “genio de la especie, obrando en favor de su perpetuidad” la tendencia humana hacia el amor carnal.

Todos los seres humanos tenemos por norte el amor, nos es ínsito, quiditativo a la hora de definir y hasta de resumir el propósito de la existencia; pero unos somos correspondidos y otros no. El amor viene envuelto en el deseo, y solo se desea lo que no se tiene; por eso resulta tan convincente la teoría de Eriximaco en el diálogo Socrático “El banquete, o del amor” en el sentido de que el amor es “la unión y armonía de los contrarios”; es algo así como la búsqueda del complemento. Te amo y me atraes porque piensas distinto y contrario a mí, porque tienes preferencias distintas de las mías; porque, en fin, si no existieras yo tampoco, ya que la existencia es o no es; nada es vida y muerte en un mismo instante; soy porque eres; nada, excepto tú, me provoca ser dos en uno solo; de modo que, si hay un camino juicioso para que soportemos los defectos debe resultar por obra de la armonización de “los contrarios” y valoración de nuestras coincidencias.

El autor es abogado y politólogo

Tags relacionados