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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Jerónimo, Martín y Agustín, tres estilos de monacato

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Manuel Pablo Maza MiquelSanto Domingo

Otros modelos de vida monacal se encuentran ilustrados en las vidas de los santos Jerónimo, Martín y San Agustín.

Estudiemos el caso de San Jerónimo. Había tenido tres años de formación en el desierto de Calcis, cerca de Antioquía (375 - 377). Ya en el 360 andaba por Roma, en estrecha relación con el Papa Dámaso quien fue papa entre el 366 y el 384 y cuya elección ocurrió en medio de violencias y conspiraciones. Jerónimo fue por un tiempo el secretario particular de San Dámaso, lo que le hizo blanco de diversas intrigas. Jerónimo fungía de mentor de varios grupos de jóvenes, entre las que había muchachas de la alta sociedad que decidieron vivir una vida simple. En el 385 tuvo que abandonar Roma, pues al morir su amigo el Papa Dámaso, sintió cómo se enrarecía el ambiente en su entorno. Corrió el rumor, de que Jerónimo andaba deprimido al ver que no le habían elegido Papa. Lo cierto es que volvió a Palestina, se estableció en a Belén, cerca de un monasterio de muchachas que también quisieron vivir la radicalidad del Evangelio. Jerónimo vivió en Tierra Santa desde el 386 hasta su muerte en el 420.

San Jerónimo fue un erudito fuera de serie. A él le debe la Iglesia la traducción de la Biblia al latín escrita entre los años 382 al 406 (aproximadamente). Esta Biblia se usó durante siglos. Como el latín que empleó era el del pueblo [vulgus], esta Biblia se conoce con el nombre de la Biblia Vulgata. Ella emplea el latín del pueblo romano del siglo IV. Pronto, ni los aristócratas podrían leer el latín. Al principio, Jerónimo consideraba como inspirada la versión griega de la Biblia, más tarde, apreció solamente el texto hebreo que él tenía en sus manos, sin saber, como se sabe hoy en día, que los textos hebreos empleados por los judíos que tradujeron la Biblia al griego, ¡eran mejores que los empleados por Jerónimo! En sus trabajos, Jerónimo no oculta su ignorancia y perplejidad y acepta sin problema, que los autores sagrados al escribir se adaptaron a la comprensión de sus lectores, postulado que repetirá San Agustín. San Jerónimo se asesoró con rabinos judíos para elaborar sus traducciones del Antiguo Testamento. Vivió en Belén, habitaba una gruta muy cercana a la venerada como el lugar donde nació Jesús.

Otro estilo de monje, lo tenemos en San Martín de Tours (Ü397), quien fundó en Tours (en la Francia de hoy en día), el primer monasterio en Occidente, dos siglos antes que San Benito (Ü547). La leyenda popular cuenta, cómo siendo Martín soldado romano en el 337, encuentra a un mendigo tiritando de frío. Le dio la mitad de su capa. Esa noche, Cristo se le apareció arropado con la media capa. Martín más tarde se haría bautizar, llegaría a ser obispo y hasta intercedió en vano para que no mataran al obispo hereje Prisciliano. Que se sepa, Prisciliano fue el primer hereje ajusticiado. Algunos obispos católicos apoyaron su ejecución, pero no la mayoría. El papa Siricio criticó duramente la forma en la que se había llevado el proceso en el cual Prisciliano y sus seguidores fueron torturados por la autoridad romana.

Finalmente, hemos de tratar acerca de los llamados monasterios episcopales. San Agustín de Hipona, durante un tiempo acarició la vocación monástica, para dedicarse a la oración y al estudio, pero renuncia a ella por la Iglesia para servirla como Obispo desde el año 395, hasta su muerte en el 430. Los sacerdotes que pertenecieron a esa comunidad vivieron una pobreza exigente, supervisada por el mismo San Agustín, quien escribió una regla. Se dedicaron a los trabajos manuales y a la oración y tendrían insignes imitadores hasta nuestros días.

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

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