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PUNTO DE MIRA

Guerra con listas de culpables

Entre las personas se ha desatado la guerra de las listas. Un inusitado interés se ha volcado por conocer la verdadera de todas. Estamos como en el periodo previo a un nuevo gobierno que se trata de adivinar los gabinetes gubernamentales y saltan al ruedo los posibles y probables.

La diferencia con el caso de los presuntos implicados con la trama corrupta de Odebrecht es que el interés se orienta a saber quiénes serán los que irán a la cárcel.

En cualquier reunión de amigos me asaltan con la preguntas “¿Viste la lista?, ¿Qué te pareció la lista?, ¿Estás de acuerdo con esa lista?, ¿Ya fulano dijo que esta es la lista verdadera, tú crees que es así? En las redes el más despintado te envía la que recibió, la de último minuto, que tiene a todos los envilecidos. Es un ejercicio de chismoteo sin tregua y que no tiene principio ni final. Es una demostración de percepción, adivinanza, mala fe y desinformación.

Nombres con posible vinculación o sin ella son insertos en esa ringlera del presunto expediente que aún no se confecciona, pero del que hay acabada cuenta entre los mentirosos de toda laya, o los interesados en agitar más las revueltas y turbias aguas para ocultar a los que cuyos nombres sabemos todos pero que posiblemente no estarán a tiro de juicio.

Queremos olvidar que el pueblo con su sabio ejercicio dijo que la soga se rompe por el lado más débil. En el listado final estarán los que son pero no todos los que son. Habrá corderos al matadero y habrá quienes pondrán distancia abjurando de los vínculos con el peculado.

Para muchos sanos de juicio pero hambrientos de justicia, les han servido ansias de culpables en la mesa del juicio moral. Tienen un apetito voraz de saberlo todo ya; ayer ya era muy tarde para sancionar los corruptos. Quisieran saltar por el trance del debido proceso. Eso es perder tiempo. Lo ideal es pasarlos por un paredón sin juicio.

Estamos a un tris de histeria colectiva.

Y no es para tanto.

Lo sabemos, el escándalo es grande. Es una vergüenza nacional. Un atropello a la confianza al ejercicio de los negocios porque Odebrecht, el corruptor, es una gigante y transnacional empresa. No podemos perder de mira que se debe sentar un precedente: castigar a los culpables sin importar su jerarquía. Aunque lo dudo.

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