MI PALESTRA
Acusaciones al granel
La corrupción y la impunidad en este país es, quizás, tan vieja como la isla misma y comenzó ciertamente en los gobiernos de la Colonia poco tiempo después del Descubrimiento. Nadie medianamente conocedor de la historia puede negar eso.
Pero de un tiempo a esta parte se ha desatado en el país, principalmente en las redes sociales, una especie de guerra sin cuartel contra políticos y empresarios, contra funcionarios y hasta contra amigos y familiares de los mismos.
Hay quienes dicen que detrás de todo eso hay extorsión y chantaje, y negros y muy feos sentimientos que atormentan las almas de envidiosos de la suerte ajena y de políticos derrotados que no han podido asimilar su derrota.
Hay, por ejemplo, quienes aseguran que todos los males de Haina son culpa de los industriales que allí han invertido tiempo y dinero creando empleos y beneficios directos e indirectos, y eso es incierto.
Como es incierto que todos los políticos o funcionarios de este y de todos los gobiernos que hemos tenido de mayo de 1961 a la fecha son corruptos y se han enriquecido en su paso por el poder.
Aquí nos conocemos todos, y conocemos las historias, y los desgobiernos que ahora quieren ser mejores que todos los otros, y la impunidad de abril de 1984, para no mencionar otras, y nadie habla del pasado, ni siquiera del más reciente, eso obedece a maldad, a negras aspiraciones, a poco respeto por el trabajo y la honra de los demás. Un día llegará en que nadie en este país quiera ser político, ni presidente, ni empresarios ni funcionarios, porque nadie está en disposición de ser presentado ante el mundo, y lo que es peor sus hijos y su familia como ladrones, y ahí será posible entonces que lo peor de una sociedad en autodestrucción venga a ser dirigida por quienes menos capacidad y calidad moral tienen y será culpa de esta carrera loca que llevamos cuestionando y acusando a todos los que tienen todavía el deseo de trabajar por el país y su futuro.
Y otra negra noche de treinta y un años nos espere a la vuelta de la esquina y no nos queden lágrimas para llorar y añorar lo que parece queremos tirar por la borda de la irracionalidad.