Tiempo para el alma
“Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta”.
Mt. 13: 57.
Unas traducciones dicen: “Nadie es profeta en su tierra”.
Cuenta el evangelio de Mateo, que la experiencia de Jesús sobre la incredulidad respecto de su misión y su divinidad, fue evidenciada en cuestionamientos como estos: ¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María? Entonces ¿de dónde saca todo eso?”. Dice además que los milagros, prédicas y sanaciones de Jesús, les resultaban “escandalosos”, no solo a gente común, también a las autoridades. Hoy lo vivimos en carne propia en cualquier parte del mundo, incluyendo en esta hermosa isla caribeña; el descreimiento, la falta de confianza y de expectativas positivas sobre personas cercanas o simples o humildes o desconocidas. No asumimos su éxito profesional o sus avances o, en el caso del cristianismo, su autoridad para hablar de las cosas de Dios.
Lo lamentable es que quienes se niegan a aceptar las luces de los demás, se pierden de ser iluminados por ellos. Pasó con Jesús en la experiencia que les cuento, en la que Mateo termina diciendo. “y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe”. Así de simple.