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PANORAMA POLÍTICO

Brutalidad policial considera que afecta imagen del Gobierno

Los abusos policiales, un signo de los tiempos actuales, está dañando la imagen del gobierno dominicano, al parecer de manera irreversible porque pese a los acontecimientos brutales que ocurren con frecuencia contra los ciudadanos civiles, no hay correcciones.

Durante los años que el Partido de la Liberación Dominicana lleva en el poder, con el doctor Fernández y ahora con el presidente Danilo Medina, la brutalidad policial ha sido una constante sin que los ministros de Interior y Policía hayan ordenado un alto a esa práctica.

No parece creíble, pero en cuanto a la brutalidad policial la situación de ahora se asemeja un poco a la que prevaleció durante los doce años del doctor Balaguer. El período de diez años de su era de 22, fue menos virulento que la actual época peledeísta.

Al doctor Balaguer los historiadores lo recuerdan porque durante su régimen de los doce años se conculcaron las libertades públicas, se encarcelaron y exiliaron a los opositores y se cometieron todo tipo de tropelías contra los ciudadanos contradictores.

Sin embargo, los regímenes del doctor Balaguer dejaron grandes obras como los parques y avenidas, monumentos, las presas, los caminos, escuelas y hospitales. Se le tenía como un perfecto constructor adversario de tomar préstamos para sus obras.

Un contradictor, protegido por la sotana, el padre Robles Toledano, acuñó en sus artículos de prensa, la expresión “obras de relumbrón”, pero soslayó de manera socarrona, las que el gobernante entregó a la Iglesia Católica y que hoy enriquecen su patrimonio.

Balaguer no hizo nada para poner coto a la brutalidad policial. Los reporteros que daban cobertura a la fuente del Palacio Nacional en los años de 1970, lo oyeron más bien, varias veces, negar la existencia de La Banda, responsable de muchas fechorías en la capital.

Se discutía cuál de los jefes de la Policía más notables de la época, el general Nivar Seijas o el general Pérez y Pérez, era el más represivo. Los historiadores dicen que el doctor Balaguer jugó con ellos a lo largo de sus primeros tres regímenes (1966-1978).

Bajo el primero se cometieron los crímenes más horrendos jamás vistos luego de caer la dictadura del generalísimo Trujillo. En esa ecuación represiva, Nivar Seijas parecía la línea floja, en contraposición de la línea dura del otro.

Experiencia personal Me correspondió acercarme en varias oportunidades a la jefatura de la Policía Nacional de esos años. Un caso fue el apresamiento de uno de mis hermanos, Julio Rosa, quien al igual que otro, Pedro Rosa, eran militantes de los Corecatos que presidía Miguel Cocco.

Una vez me avisaron alarmados desde mi casa que a Julio lo habían cogido preso en medio de alguna actividad política. Pedí una cita al general Pérez y Pérez, quien me refirió al coronel Peguero de la Cruz, a la sazón jefe del Servicio Secreto.

Para cuando llegué a su despacho, ya Peguero de la Cruz tenía al hermano sentado frente a su escritorio. Le dio un boche y le reclamó que nunca motivara que lo llevaran a su despacho, poniéndome, de paso, como ejemplo de persona que no infligiría las leyes.

Antes de terminar la reunión, irrumpió en el despacho el teniente Arias Sánchez, el que tiempo después apretó el gatillo para matar al periodista Gregorio García Castro, jefe de redacción del periódico Ultima Hora, en la cual yo trabajaba como redactor.

Arias Sánchez le preguntó a Julio si él era el estudiante de medicina que vivía en la Juan Evangelista Jiménez, en la vecindad de la mecánica de Guerrero. La respuesta que obtuvo fue positiva. A sabiendas o no, Julio le salvó la vida a Pedro, a quien buscaban como aguja.

Mi hermano Pedro a poco de ese acontecimiento dejó por completo la política hasta el día de hoy. Dedicó su tiempo a prepararse como médico y a la especialidad de anestesiología, la cual ejerció durante más de 30 años antes de jubilarse en el hospital Salvador B. Gautier.

Otra vez me avisaron en el barrio que un amigo de la primera juventud, Ramón Emilio Messón había sido detenido. Pedí otra cita ya con el general Nivar Seijas en la jefatura y lo saqué de la prisión de la Policía. Messón nunca me habló de sus sufrimientos.

Siempre tuve la impresión de que me quería contar lo que le pasó porque poco antes de irme al servicio exterior me visitó, con cierto misterio, sin que me hablara de esos temas poco agradables. Años después enloqueció y murió mientras deambulaba por Santo Domingo.

Como ese joven, que militaba en el Movimiento 14 de Junio, facción de Juan B. Mejía, ocurrieron muchos crímenes de estudiantes en la parte alta de la ciudad. Arias Sánchez tenía una patente para esos hechos, muchos de los cuales quedarán siempre en el olvido.

La brutalidad de hoy Hoy la Policía Nacional es tan brutal como en aquellos días. Los policías apalean a los jóvenes, los maltratan en las calles, los asaltan y piden dinero para no llevarlos a los cuarteles y, como el caso extremo de hace días, arrastraron por los moños a una joven de 17 años.

El hecho ocurrió la pasada semana santa en el barrio Cristo Rey, adonde los policías azotan. El teniente coronel que patrocinó del atropello junto a su patrulla fueron desvinculados, una historia conocida, que la Policía los saca, a veces, para protegerlos.

Una vez se le ocurrió a un jefe policial anunciar que en adelante los policías que se alistaran deberían ser bachilleres. La ilusión, vista así por muchos contribuyentes, terminó en silencio y se volvió al sistema anterior de reclutar a brutones, zapatones y manotas.

Hace poco se le oyó decir a un empacador de supermercado que estaba esperando ser “enganchado” a la Policía sólo para que le dieran un “quimbo” con el cual poder asaltar. Otro, expulsado de la Academia de la Policía, apareció recientemente en un noticiario mientras participaba en la búsqueda de un delincuente.

Hace días el capellán de la Policía Nacional, Alejandro Cabrera pidió en la misa del Domingo de Ramos, a los policías ser más efectivo con el combate a la delincuencia. “Nada de Chance”, exclamó. Al menos demandó que los delincuentes sean sometidos a la justicia.

Días antes el arzobispo de Santo Domingo, monseñor Ozoria Acosta rehusó recibir el rango de teniente general castrense, un invento de la Era de Trujillo para halagar mucho más que con las construcciones a la Iglesia. Rompió con la costumbre de sus antecesores.

Al régimen de Don Antonio Guzmán se le recuerda por las obras físicas que se construyeron en su régimen y por la honradez con que se manejó, pero sobre todo, por haber abierto las cárceles que estaban llenas de presos políticos en 1978 y traer a casa a los exiliados.

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