Tiempo para el alma
“Pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación”. 2 Cor. 6: 2.
Con las cosas de Dios solemos tener una especie de “hoy no fío, mañana sí”. Hay razones para creer en Dios, pero también hay infinidad de excusas para no creer: el hambre en la humanidad, la injusticia del ser humano, religiosos acusados de crímenes, feligreses hipócritas, la muerte a destiempo de una buena persona y un largo etcétera.
También hay excusas infinitas para postergar la atención a las cosas de Dios: aprovechar los años de juventud para “vivir la vida”, las limitaciones morales que impone la fe en medio de la inefable necesidad de tener más, el apego a alguien o a algo, la espera de la vejez para tomar un rosario en las manos o para ocupar un asiento en el servicio dominical. En fin, mis queridos lectores, parecería que nunca hay tiempo o que nunca es el tiempo para alargar nuestra visión de la vida verdadera, para ver más allá de lo inmediato y lo tangible, más allá del placer y la materialidad. Como la bola de cristal no existe más que en las fábulas, no sabemos qué pasará mañana. Si hay un solo y pequeño espacio para la fe en nuestra vida, pensémoslo: ¿Qué pasará mañana? ¿No será que este es el tiempo favorable?