Nada es más lejos que la realidad
Sin ser un problema nuevo ni un mal que acaba de aparecer, nos conmueve el aumento de la delincuencia, con una gama escénica que ha generado una sensación de miedo, que sigue como una ola imparable de impacto social expandiéndose en toda la sociedad dominicana. Sería bueno recalcar que el problema de la delincuencia y la criminalidad no siempre puede ser corregido por el principal actor que es el Estado, sino se requiere el esfuerzo de todos los ciudadanos.
Insoportables casos de corrupción política, presunta o comprobadas, nos empapan. No solo daña a los políticos y ensucian la democracia, sino que contaminan a la sociedad civil por la incapacidad de mostrar la fórmula contundente de repulsa. La causa de la expansión difusa es la percepción de que la impunidad existente es racionalmente rentable, por la ausencia de peligros de ir a parar a una cárcel. Por tal razón, nada es más lejos de la realidad lo que muchos consideran sobre el crecimiento de la corrupción, a bien compararla como una fase económica bien desarrollada no importándole poner en peligro la legitimidad de nuestra clase política y nuestras instituciones.
Cuando las promesas electorales de los partidos se envuelven en principio generales más que en políticas concretas, resulta complicado valorar su grado de cumplimiento; por ello cuando en un país se practica una alta corrupción elaborando solo políticas para beneficio de unos pocos y no de la sociedad en su conjunto, está llamado a generar infraestructura deficientes con una mala regularización de los servicios públicos, además corroe el funcionamiento de la justicia que por ente generan profundas desigualdades sociales.
Bajo las amargas, pero innegables realidades del diario vivir, la gente está desesperada, exige querer resultados dentro del marco de la ley, sin cometer abuso ni injusticias. Oír voces agoreras pidiendo paciencia cuando se está atravesando por serias dificultades que no dan señales de tregua, es una utopía. Muy a mi pesar debo admitir que nuestra sociedad dominicana está atrapada entre dos corrientes contrapuestas, confusas y trastornadoras. Ojalá que el cielo nos auxilie fertilizando sus excelentes propósitos.