VIVENCIAS

Anabel

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Juan F. Puello HerreraSanto Domingo

Desde hace tiempo un compañero que distingo por su sinceridad, destaca una relación que tiene con una persona de unas condiciones humanas insuperables. Tiene esta relación de profunda amistad la característica que no la rodea el interés ni la pesada carga de las exigencias.

Sencillamente se trata de un fuerte componente de afinidad que es difícil explicar, acentuado por un deseo de manifestar el amor desinteresado sin que esto comprometa los sentidos y las emociones. Destaco en esta amistad el poder de decisión que tienen las personas para lograr una química perfecta en el campo de la autenticidad.

Quiérase o no hay que reconocer que establecer una amistad sobre las bases de un amor que no está permeado por ningún tipo de aberración pasajera es un regalo de Dios.

Más aún cuando ese mismo amor no responde a un llamado infortunado ni influenciado por imágenes deformadas, entonces se conoce a ciencia cierta que perdurará. Este compañero, pone siempre como ejemplo de amistad a Anabel, con su alma llena de ensueños e ilusiones que desbordan su capacidad intuitiva.

La tiene frente a su esposa e hijos como una referencia para mostrarles que se puede ser autentico, en un mundo que cada vez más está comprometido con la falsía y el afán de lograrlo todo con el menor esfuerzo posible.

Se trata entonces como dice el P. Ignacio Larrañaga de un amor oblativo no emotivo; ya que no existe compensación de satisfacción sensible. Una gran mujer es Anabel, porque ha sabido abandonarse no como se piensa que es resignación, pasividad o fatalismo, sino todo lo contrario, de encauzar su vida bajo la confianza en sí misma.

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