Tiempo para el alma

“Dame vida con tu palabra”. Sal. 119 (118): 85. Señor, Padre bueno, cuando busco de ti, busco vida, calidad de vida. En términos sociales solemos hablar de buena calidad de vida refiriéndonos a unos ingresos per cápita aceptables que permitan a la colectividad tener acceso a los servicios básicos, comprar los alimentos necesarios para una buena alimentación familiar, que esos ingresos permitan una buena educación y que haya incluso para darse algunos pequeños lujos, para el entretenimiento y para algo de ahorro. En términos personales, pensamos en buena calidad de vida el tener todo aquello cubierto y tener bienestar. ¡Qué bien se siente el trabajar sin horas forzadas y poder irse los fines de semana a la playa o a la montaña con la familia!

Ahora bien, Señor, Padre bueno, cuando me refiero a ti, hablo de otra calidad de vida, la que me permite decir “me siento en paz”, “tengo esperanza”, “no desmayo porque confío en ti”. En tu palabra, Dios, encuentro esos mensajes, esa paz, esa esperanza, ese fortalecimiento de mi fe como para acercarme a esa calidad de vida, la del camino, la de la verdad.

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