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Así no, Maríñez, así no

Con estupor e indignación leí el pasado 20 de septiembre, unas declaraciones del Ing. Julio Maríñez, recién designado como director del Idecoop por el presidente Medina, afirmando “que Miguel Vargas está mejor preparado que Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez”.

En el PRD de Peña Gómez desempeñó Maríñez las más altas posiciones y, como hombre de confi anza del líder, tuvo a su cargo numerosas e importantes funciones en momentos difíciles, entre las que cabe destacar la Presidencia de las Comisiones de Reunifi cación y de Negociación del PRD en 1996 y Director especial de la campaña presidencial de Peña en 1994.

En 1998 aspiró a la Sindicatura del Distrito oponiéndose precisamente a Miguel Vargas Maldonado que también perseguía esa posición. Fue cuando Peña Gómez -para evitar la divisiónlanzó su candidatura al mismo cargo, falleciendo 6 días antes de las elecciones, por lo que asumió la Alcaldía, Johnny Ventura, quien se fue del partido cuando Miguel llegó a la presidencia, coincidiendo después con Miguel y Maríñez en el apoyo a la reelección de Danilo Medina.

Cuando Bosch y Peña llegaron a la edad que hoy tiene Miguel Vargas Maldonado (66 años) ya habían dejado su impronta en la historia democrática nacional. Bosch, maestro, fue Presidente a los 54 años y Peña consolidó su liderazgo a los 26, al llamar al pueblo el 24 de abril de 1965 a lanzarse a las calles, iniciándose así la Revolución Constitucionalista.

Peña y Bosch enseñaron al pueblo el verdadero signifi cado de la palabra líder y enseñaron también que la libertad era sinónimo de progreso, igualdad, educación, salud para todos y defensa de los recursos naturales.

Ambos fueron líderes, maestros, escritores y políticos de pensamiento coherente.

Peña y Bosch trascendieron los colores del partidismo y hoy patrimonio de este pueblo, ejemplo del más puro ejercicio político; porque ellos nunca abjuraron de sus principios de honestidad, decoro y amor sin límites a la patria que los vio nacer.

A Miguel le falta demasiado camino por recorrer para que se le mencione junto a esos dos colosos, que fueron, y aseguro que serán, de los pocos que demostraron que la práctica política podía ejercerse con honestidad.

Comprendo perfectamente al ingeniero Maríñez, su admiración y agradecimiento ilimitado al Canciller.

Pero como dice la juventud de hoy: se pasó, se le zafó el seguro. Así no, Maríñez, así no.

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