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FIGURAS DE ESTE MUNDO

Los que lloran

El cristiano más lleno de gozo y de santidad ha de ser también el más afligido y lloroso por sus pecados y los de sus hermanos. El que llora y sufre por esta causa, y está triste por sus extravíos, busca solícito, con el corazón contrito y humillado, la misericordia de Dios para el perdón y la reconciliación en Cristo Jesús.

A este creyente le embarga la tristeza piadosa que produce el arrepentimiento que lleva a la salvación. Llora la propia infelicidad y la de sus compañeros de milicia, y llora sobre los esfuerzos fallidos, sobre su ceguera espiritual y la lejanía de aquella buena obra infinitas veces anhelada e infinitas veces frustrada por culpa suya y de todos.

Por fortuna, esa tristeza que es conforme a la voluntad de Dios es para glorificarle a Él, y con ella el Espíritu Santo torna el corazón manchado en un corazón humilde, contrito, sumiso, dispuesto a abstenerse de todo mal y resuelto a transitar la vida nueva.

Por eso existe una diferencia abismal entre esta tristeza y la tristeza del mundo. El apóstol Pablo explica: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte”. Él mismo tuvo, a veces, el corazón quebrantado por sus hijos descarriados. “Porque en medio de mucha aflicción y angustia de corazón –dice-, os escribí con muchas lágrimas” ( 2Corintios 2:4).

En fin, el cristiano que llora es el que atraviesa un valle de lágrimas en su camino hacia el gozo de su Señor, al monte de gozo que es el cielo. Llora el mal que ha hecho y el bien que hubiera podido hacer y que no ha hecho. Tal doliente será consolado. Recibirá la consolación del perdón y la salvación. Jesús lo dijo: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”.

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