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La congoja acecha aún en la tierra del tango

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Efraín A. Guerra CarbucciaSanto Domingo

Cuánto extraño mi terruño, al partir a otras latitudes me invade la nostalgia de “aquel país en el mundo que está en el mismo trayecto del sol”. En estos momentos estoy residiendo en una gran nación, Argentina; es tan grande que nuestra parte de isla podríamos colocarla cómodamente sesenta veces dentro de su inmenso territorio. Pero no sólo en tamaño es colosal, resalta también su cultura y educación (casi en cada esquina te topas con una librería), esa cultura que tiene como origen la mezcla de otras que se encontraron durante los años de las inmigraciones.

Existe una gran diversidad de actividades culturales y una importante actividad artística de renombre internacional; en el teatro, la pintura, la escultura, la música y la literatura. Se ofrecen diariamente conferencias, conciertos, exposiciones, funciones de teatro y ballet. Tiene grandes y abundantes salas cinematográficas y de espectáculos. Se le reconoce por el tango, ese baile sensual que a todos nos apasiona y que es interpretada y bailada en ámbitos especializados, pero también en días feriados los encuentras en cualquier lugar de asistencia masiva al aire libre.

Buenos Aires podría competir en belleza con cualquiera de las primeras capitales del mundo. Y lo que más resalta de los bonaerenses, es la poca tolerancia a la frustración y es que no deben, perdón, “no pueden” perder un partido de fútbol, salir vencidos, es lo mismo que morirse.

Esto no es todo, tengo que admitirlo con algo de humor, es alarmante la forma en que un país puede pasar de ser una potencia económica mundial a una verdadera fábrica de crisis financieras en poco tiempo. Hoy los supermercados son verdaderas casas de terror.

Pero, sigo con el humor, quizás un poco negro, ¿qué los hace argentinos, además del mate, el dulce de leche, el tango y la crisis? Aquí, algunas de mis favoritas de las que he escuchado por ahí: La política los obsesiona, en Argentina es casi imposible cruzarse con otro ser humano sin hacer referencia al último escándalo político, debate histórico o economía local; el estado del dólar es tan importante en la vida del argentino que hasta llega a influir su estado de ánimo diario; son expertos en todo, es como si con la partida de nacimiento les dieran el título de médico, abogado, psicólogo, ingeniero, politólogo, plomero, electricista y mecánico, no hay nada de lo que no puedan opinar, hacer o arreglar.

Hablan fuerte, se juntan a tomar café y pelear; y un malbec puede ser la excusa perfecta para planificar cómo arreglar el mundo en el transcurso de una noche -y se convencen que pueden lograrlo mejor que cualquier otro-.

Se creen superiores al resto de latinoamérica. Y si hablan de Maradona, pues es un narcisista que se cree un dios, aunque le reconocen ser un semi y no se discute que sea el mejor de todos los tiempos en balompié, su deporte nacional; entonces, no es Dios pero tampoco hay que sacrificarlo.

Pienso yo -pero quién soy yo para decir- que deberían retraerse a la realidad para que comprendan que sólo son hombres y mujeres que habitan como el resto de los humanos en este planeta. Bueno, como dicen hasta ellos mismos: el argentino es el típico italiano, que habla español, que piensa como francés y que le encantaría ser inglés; además de todo eso... son gente divina.

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