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FE Y ACONTECER

“¿Dónde está tu corazón?”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario

a) Del libro del Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23

Libro escrito en el siglo III a.C., mucho tiempo después de Salomón, pertenece a la literatura sapiencial. EKKLESIASTES es “quien se sienta o habla en la asamblea (ekklesia)”. Por consiguiente, puede hacer referencia a la función del maestro de sabiduría que “convoca / reúne” gente en su escuela.

“¡Vanidad de vanidades... todo es vanidad!”. Esta sentencia se va a repetir a lo largo de todo el libro. Sin duda que el autor cree en Dios y admite su providencia sobre el mundo, pero el hombre no es capaz de descifrar el misterio de los designios divinos.

El autor aduce como una prueba más de sus tesis el caso de un hombre que ha trabajado con sabiduría y destreza y ha logrado amasar una fortuna que a la hora de su muerte tiene que dejar a unos herederos que nada trabajaron: “¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. También esto es vanidad”.

La intención del autor es convencer que el ritmo del mundo presenta una monotonía desesperante: unas generaciones suceden a otras; los astros salen y se ponen; los vientos giran y vuelven a girar. En conclusión, la relatividad de todas las cosas creadas que deben orientarse a Dios, el único que da sentido a nuestra vida.

b) De la Carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 1-5. 9-11

Pablo en su carta a los Colosenses continúa dando lecciones de lo que es la vida cristiana, nos recuerda que cuando se ha resucitado con Cristo se busca agradar a Cristo y al prójimo, así aspirar a los bienes el cielo, sirviéndose de los de la tierra con justicia y caridad, liberándonos de todo aquello que en la tierra nos enfrenta los unos con los otros.

Aceptar a Jesús como único Salvador impulsa al creyente a relativizarlo todo. Este optimismo cristiano no es ingenuo, sino profundamente consciente de la impotencia radical de toda criatura frente a la firmeza de la fe y el amor.

c) Del Evangelio de San Lucas 12, 13-21

Este fragmento del Evangelio tiene un tema unitario: el desapego y buen uso de los bienes materiales, dejando así bien claro que sólo el Reino de Dios tiene valor absoluto, los bienes temporales, realidades y aspiraciones humanas son relativos.

En la parábola que Lucas nos presenta alguien pide a Jesús para que intervenga en una pelea que tiene con su hermano por cuestión de herencia; Jesús se inhibe de tal intervención con una sentencia universal: “Guárdense de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes” y para dar a entender ese planteamiento, Jesús relata parábola del rico insensato y deja bien claro que igualmente necio es el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.

El pecado del rico de la parábola no es ser rico ni asegurar su porvenir, sino desentenderse de Dios, a quien no agradece nada, y no compartir con los hermanos su riqueza, pues acapara los bienes sólo para sí: “Tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida”. Se ha convertido en un idólatra de su riqueza y su dinero. Es un necio que no sabe dar a su vida más sentido que el disfrute egoísta.

Lo que Jesús plantea es la actitud evangélica ante los bienes materiales que tengamos. Es pobre quien acumula riquezas para sí, cerrado a los valores del Reino y al compartir con los demás. Es rico, en cambio, el que mantiene su corazón y su vida abiertos a Dios y sabe poner al servicio de los hermanos lo poco o mucho que tiene.

Dios quiere que todos sus hijos vivan bien, sin que les falte lo necesario. Por consiguiente, la aspiración a cierto bienestar es legítima, con tal que no se realice a costa de otros valores superiores. Los ídolos del corazón son muchos, el dinero quizás es el primero, pero también los son el afán de dominio y poder, el placer y el sexo.

Vivimos alienados por una sociedad de consumo en que prima el tener sobre el ser. Casi nadie se libra de la propaganda del bienestar que cifra la felicidad humana en la opulencia, en producir y consumir, tener y gastar. La sociedad occidental es una fábrica de sueños para “ricos insensatos” (como el del evangelio), de hecho, o de deseo, pero empobrecidos interiormente, drogados por la codicia, sumisos adoradores del dios dinero.

Conviene recordar la advertencia del Eclesiastés y del evangelio: “Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes... Necio es el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”.

Debemos decir que todos en mayor o menor medida somos insensatos, según el criterio de Jesús, cada vez que nos olvidamos de Dios y de compartir con los demás, cada vez que pensamos acaparar para nosotros mismos y no ser ricos ante Dios que quiere fraternidad, justicia y solidaridad entre los hombres. Actuar de esa manera es malgastar nuestro esfuerzo y energías.

Conviene recordar que al final de nuestra vida sólo nos llevaremos lo que hayamos invertido en el amor a Dios y al prójimo. Hoy valen más que nunca las palabras de Jesús: “No amontonen tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen... Acumulen tesoros en el cielo... Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt. 6, 19ss).

¡Felicitaciones y bendiciones para los padres dominicanos en su día!

Fuentes: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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