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PANCARTA

Sumisión ante autores y desagravio de cómplices

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Raúl Pérez Peña (BACHO)Santo Domingo

(Dedicado in memoriam a doña América Bermúdez, viuda Del Risco, fallecida esta semana. Mantuvo una dignidad perseverante en los correctos postulados que les inculcó a sus dos hijos: Iván y René del Risco Bermúdez)

Durante más de cinco décadas se ha exigido al gobierno dominicano que asuma una actitud diplomática digna ante el genocidio de más de cinco mil civiles con la criminal intervención de 42 mil marines (EEUU) en 1965.

La exigencia siempre incluyó a la OEA como cómplice villano de la intervención.

Si el gobierno dominicano se postró por enésima vez ante el poder de Estados Unidos, tuvo muy poca gracia pedirle el desagravio a cómplices como la OEA, entidad que ha renovado su servilismo al poder imperial.

Un personaje de la jerarquía del gobierno norteamericano, secretario de Estado, John Kerry, conversó durante casi una hora en el Palacio Nacional con el presidente Danilo Medina.

La prensa nacional hubiera sido inundada de notas de haberse registrado alguna petición del gobernante dominicano al secretario John Kerry, para que Estados Unidos emitiera alguna declaración de resarcimiento o desagravio al pueblo dominicano por los cuantiosos daños que sufrió con la guerra de 1965.

El presidente Medina pudo hacer esa petición a Estados Unidos durante su intervención en la Asamblea de la OEA. Pero ni por asomo la solicitó, resultando una incoherencia con la petición del desagravio hecha a una OEA que sigue siendo el “Ministerio de Colonias de Washington”, como lo definiera certeramente Raúl Roa García, el histórico canciller cubano.

Dado el servilismo de la OEA hacia las peores causas, no sorprendería que la celebración de la reciente Asamblea en esta capital, aparezca luego vinculada a cualquier despropósito.

Truculencias electorales que “nunca se habían hecho” ocurrieron en múltiples municipios durante las elecciones, siempre con la proa teledirigida a garantizar “MI congreso, MIS alcaldes, MIS regidores y MIS tribunales”.

En resumen, el pedido de un desagravio de la OEA fue incoherente por no hacerse a Estados Unidos. Pasará a la historia como el pedido calimocho aunque el oficialismo lo promueva como exitoso.

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