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Aprendizaje post electoral

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Margarita Cedeño De FernándezSanto Domingo

El recién concluido proceso electoral ha dejado muchas lecciones, tanto para el electorado como para quienes participan del oficio del político.

La primera de ellas es la necesidad de que el organismo electoral y los Partidos Políticos, diseñen y ejecuten programas para la formación electoral permanente, una tarea que no se puede realizar cada cuatro años, sino que debe ser constante en todo el territorio nacional.

Aunque hay que reconocer la complejidad del actual proceso electoral y el gran esfuerzo realizado por el organismo electoral para que el mismo culminara con éxito, no menos cierto es que la población ha levantado una voz de alarma sobre la dificultad para comprender algunas partes del proceso.

La segunda importante lección es la necesidad de fortalecer y democratizar las estructuras internas de los partidos; aprobar la reforma a la Ley Electoral, al igual que la Ley de Partidos.

La tercera gran lección de este proceso electoral se refleja en las prioridades que el electorado ha considerado, a la hora de elegir a su candidato preferido. La ciudadanía ha reconocido las políticas sociales, los programas y proyectos que acercan a los gobernantes a las personas sencillas y humildes del pueblo, a los más necesitados.

No es solo un reconocimiento, también es un reto para quienes hemos obtenido el favor del pueblo en este proceso electoral. La gente espera más políticas que beneficien directamente a los ciudadanos, que les aligeren la carga diaria que tienen que llevar y que les permitan aprovechar oportunidades de progreso personal y familiar.

La promoción de la igualdad es la prioridad de las agendas políticas de los Gobiernos de América Latina, la región más desigual del planeta. Es un clamor universal que exige que el bienestar económico beneficie a todos los ciudadanos, de una manera u otra.

La priorización del debate sobre la igualdad se impone al político en esta época, como lo plantea Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, en su reciente obra “El imperativo de la igualdad”, al considerar que “la igualdad es el valor fundamental del siglo XXI, es lo que debe estar en el tapete del mapa político.”

Lo que el político debe tener en cuenta es que detrás del anhelo de los ciudadanos de una sociedad más igualitaria, se exigen reformas al sistema electoral, a la vez que existe un deseo firme de reformas políticas, de transformación de conductas y de nuevas exigencias para quienes ejercen la política.

La igualdad no se trata tan solo de un asunto económico. Es un asunto que permeará toda la vida política, económica y social en este siglo XXI, hasta que podamos romper círculos viciosos como, por ejemplo, el de la desigualdad de género, la brecha digital, las deficiencias institucionales y las disparidades en la matriz productiva.

En América Latina y el Caribe, los procesos de crecimiento crearon una deuda de desigualdad económica y disparidades territoriales. Las políticas de igualdad necesarias para saldar esta deuda, requieren de la política un nuevo enfoque, y de los políticos un renovado compromiso con la gente.

Hoy más que nunca los ideales del profesor Juan Bosch y las enseñanzas que nos legó deben ser nuestro norte, nuestro objetivo y nuestra inspiración. A la política se viene a servir, no a servirse y es el pueblo quien te aspira, no tus ambiciones.

Hay que aprovechar este momento, en que existe en la región un consenso sobre el rol que debe jugar el Estado en el derramamiento del bienestar y su papel para asegurar los derechos y “generar consensos en torno a pactos fiscales con efectos redistributivos”. Todas las acciones que emprendamos, deben estar enfocadas hacia la igualdad, la inclusión y la transparencia.

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