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Un limbo presagioso

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Marino Vinicio Castillo R.Santo Domingo

El tiempo electoral casi siempre resulta febricitante. Este de hoy no lo es porque el sistema de partidos políticos ha sido gravemente averiado y ésto implica la desaparición de las típicas polémicas y controversias entre partidos y candidatos.

Todo lo de hoy parece muy distinto a los antecedentes que pudieran servir de referenciales. Hay una atmósfera más bien amorfa y torva de murmuraciones, de felonías y sin temerle al exceso se puede considerar que parece más bien un tiempo de fiesta de “puñales en la manga” que una verdadera experiencia electoral en que se dispute el poder político en los tres niveles constitucionalmente establecidos.

Atípica es la experiencia electoral en curso y ésto se debe a que los temas cruciales, verdaderamente importantes para la nación, se mantienen sofocados o hundidos a media agua, porque el poder que pretende repetirse y permanecer sabe exactamente cuánto ha hecho o dejado de hacer en perjuicio de la suerte nacional. De consiguiente, cuál podría ser el alto costo a pagar por las acciones y omisiones que van configurando la poda atroz de nuestra independencia.

Es un tiempo, el de estas elecciones, en el cual figuran unos componentes o elementos nunca vistos como factores gravitantes en capacidad de determinar los resultados electorales en un sentido o en otro.

Solo basta mencionar los nombres de dos repúblicas hermanas, Panamá y Brasil, para que se disparen los alertas y las alarmas en sectores premunidos de gran poder que válidamente temen la llegada de informaciones o de señalamientos reclamatorios vinculados a esos novedosos componentes de perturbación de la seguridad de todo el sistema político nacional.

Si a eso se le agrega el incesante quehacer de la Comunidad Internacional bajo palio de ONU y OEA, y el no menos activo papel del Departamento de Estado norteamericano tratando de organizar y dar cuerpo al proyecto del esperpéntico Estado Binacional para la Isla de Santo Domingo, en la cual, al decir de don Luis Almagro no existe más que un pueblo (ésto como si Chipre no existiera), habría que convenir en que se le han estado poniendo leños incontables al conflicto, que hoy sólo se está esbozando en una especie de limbo ominoso de experiencias electorales “ya ensombrecidas” en ambas tribus.

El tiempo actual se está pareciendo cada vez más a un presagio de desgracias mayores. Lucimos considerablemente descabezados y hay por ahí una señora que se hace nombrar Aventura que es bien capaz de frotarse las manos porque podría estar ya ver llegando sus sombrías oportunidades de siempre.

Cito con persistencia el elemento histórico del pasado reciente nuestro y ahora, en este abril de heroísmo y de ofensa, me conmueve más hacerlo, porque recuerdo vivamente la tragedia inmensa de aquel ’63 en que se pusiera fin y se malograra, no sólo la posibilidad de utilizar el enorme talento de uno de los hombres más insignes y limpios que hemos tenido, sino que se prostituyera su brillante Constitución con una obscena Acta Notarial, que vino a servir de “certificado de buena conducta” a aquel atropello sin nombre al estado de derecho que fuera el golpe de Estado dramático y brutal en que se hiciera participar las armas nuestras, sin reparar en que tan solo 24 meses, esas mismas armas se dividirían y una buena parte se iría con el pueblo rebelado para hacer historia.

El limbo de hoy es de mal augurio. Es mucho el abuso y la opulencia de los que simulan no se sienten inquietos, pese haber ultrajado las páginas siempre limpias de las normas constitucionales nuestras.

No hay en realidad elecciones el 15 de mayo; se trata más bien de un plebiscito, donde un poder soberbio que se siente sobreasegurado por la pésima compañía de los poderes de la tierra en procura de destruir la Independencia Nacional, aspira alcanzar la conformidad del mundo en la barbaridad por cometerse, tanto para pretender vanamente legitimar las violaciones constitucionales perpetradas, como para indicarle que ciertamente no es posible concebir “una isla con dos pueblos diferentes”, según la tétrica doctrina del amargo uruguayo que nos viniera a ofender con sus desvaríos sedicentes.

El voto entre nosotros jamás ha tenido la significación que tiene éste de hoy, porque el 15 de mayo tiene una configuración de patíbulo o de barranco donde el pueblo ha de decidir si premia a quienes le han venido liquidando sus glorias y potestades o, por el contrario, los reprende como escarmiento impresionante para hacer que el mundo rectifique la pésima opinión que sembraran las peores infamias internacionales contra el pueblo nuestro bajo el silencio complicitario de un gobierno que abjuró penosamente de su defensa.

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