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CON MIS OJOS

Hora de poner caso al ‘sexting’

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María Isabel SoldevilaSanto Domingo

Con algunos años de retraso, la República Dominicana empieza a nadar en el mar de las interacciones sexuales de adolescentes y preadolescentes potenciadas por las redes sociales.

Conocido como “sexting” en inglés, el fenómeno involucra un proceso en que, cargados de hormonas revolteadas y apoyados en una dependencia cada vez mayor de la tecnología, los jóvenes intercambian imágenes de contenido sexual que pueden desencadenar acoso en las redes, explotación por medio de la pornografía infantil y grandes daños emocionales.

En 2008, la “Campaña Nacional para Prevenir el Embarazo en Adolescentes y el Embarazo no Planificado” publicó un sondeo en el que afirmaba que un 20% de los adolescentes entrevistados (entre 13 y 19 años) dijo haber enviado o publicado fotos o videos desnudo o semi-desnudo.

Los datos alarmaron a los estadounidenses y se comenzó a analizar un fenómeno que, unido al acoso en las redes y la escuela ha conllevado serios problemas de depresión temprana y hasta suicidios.

Aunque una encuesta posterior publicada por la Academia Americana de Pediatría indica que apenas el 1% de 1,560 menores de edad entrevistados había compartido fotos o videos sexualmente explícitos, el tema ha preocupado tanto a padres y madres cada vez más ausentes de la vida de sus hijos que se han creado softwares para detectar los movimientos, contactos y comunicaciones a través de dispositivos móviles y grupos de apoyo, por supuesto, en internet.

La percepción de intimidad que dan las comunicaciones a través de las redes sociales hacen que muchos no se den cuenta de las consecuencias de colocar en la red cualquier imagen que pudiera en un futuro causarles prejuicio. La idea de que miles y hasta millones pueden acceder a sus comunicaciones privadas no está clara.

Más que en el desarrollo de softwares espías, creo en una comunicación real, que no virtual, con nuestros hijos e hijas. La primera enseñanza sobre su importancia la damos cuando apagamos el celular al llegar a casa. Es nuestro deber enseñarles lo sagrado que es su cuerpo, lo privado y esencial de respetarse.

Es normal que un adolescente explore, no que lo incurra en actos para los que no está listo y menos que los haga públicos. Pero en esta sociedad de doble moral que no quiere educación sexual, poco hemos visto.

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