Pío XII, caminando al filo de la navaja

Dos elementos se pueden inferir de los largos años en Alemania de Eugenio Pacelli: conocía a los alemanes y se ganó la confi anza de una élite colocada en los lugares más determinantes de la sociedad.

Fue así, como hacia el otoño del 1939, Pío XII fue el canal escogido por un grupo de conspiradores alemanes contra Hitler para enviarles un mensaje al gobierno de Inglaterra y sus aliados a través de su embajador inglés.

Se trataba de un grupo de generales y ofi ciales bajo el liderazgo de Ludwig Beck, exjefe del Estado Mayor del ejército y el Servicio Secreto Militar dirigido por el almirante Canaris. Preparaban un golpe de Estado contra Hitler.

Alemania abandonaría Polonia y Checoslovaquia, se quedaría con Austria. Antes de actuar, querían la garantía inglesa de que “las democracias occidentales no intentarían imponer a Alemania una paz-- wilsoniana”. Aludía a las condiciones de paz impuestas por el presidente Wilson mediante el Tratado de Versalles de 1919. El Papa tendría que facilitarles esa garantía.

La ayuda del Papa, se recabó así: el abogado católico bávaro, Josef Mu¨ller, contactó al P. Ludwig Kaas, expresidente del suprimido partido católico del centro, refugiado en Roma. Mu¨ller a través de Kaas, contactó el P. Robert Leiber, S.J., secretario personal del Papa, para pedirle a Pío XII que se entrevistara con Osborne, el Embajador inglés y éste contactase a su gobierno.

Para sorpresa del P. Leiber y a pesar de lo arriesgado de todo el asunto, ¡el Papa aceptó! Sostuvo dos entrevistas secretas con Osborne. Comunicó el mensaje de los conspiradores alemanes y la certeza de una ofensiva inminente de Hitler hacia el oeste “violenta, áspera y falta de escrúpulos”.

Se esperaba para febrero de 1940. Este globo de ensayo diplomático se desinfl ó con gran desilusión de Pío XII. Se conoce la iniciativa de Pío XII y los ofi ciales alemanes, no se conoce ninguna respuesta inglesa.

La primera noticia sobre todo este asunto la leí en Renato Moro, La Iglesia y el exterminio de los judíos.

Catolicismo, antisemitismo, nazismo (Bilbao: Desclée de Brouwer, 2004), 133, donde cita a Deutsch, H.C. The Conspiracy Against Hitler in the Twilight War, 1968; Ludlow P. Papst Pius XII, die britishe Regierung und die Deutsche Opposition in Winter 1939/40 en “Vierteljahrshefte fu¨r Zeitgeschichte” XII, 1974, 299 – 341; Chadwick, O., Britain and the Vatican, Cambridge, 1986, 86 – 100; Miccoli, G., I dilemmi e i silenzi di Pio XII, Milán, 2000, 22 – 30.

Renato Moro aprovecha para desbaratar los argumentos del “Vicario” (1963) una obra de teatro escrita para ensuciar la memoria de Pío XII: “La simpatía del Papa hacia el nazismo inventada por Hochhuth es, pues, una explicación descartable” (Moro, 2004, 135) ¿Qué motivó esta acción extraordinaria del Papa, al margen de su propia Secretaría de Estado? Primero, detener la guerra hacia occidente, darle a la paz una nueva oportunidad, “favorecer la caída del régimen nazi”, reforzar la credibilidad de la iniciativa de los militares alemanes, cuyos principios compartía. El gran anticomunista que era Pío XII se preocupaba por la alianza germano soviética orquestada por Von Ribbentrop y Molotov en agosto de 1939.

Se había quebrado el frente antisoviético cuya pieza fundamental era una Alemania moderada y conservadora.

En el inicio de la contienda, Pío XII intentó limitar el confl icto, empezando por las potencias que todavía no estaban envueltas. Enunció principios y condiciones que propiciarían el regreso a la paz. Trabajó por atenuar las consecuencias de una guerra ilimitada. Evitó poner en peligro de represión a los católicos alemanes. Dio pautas para el ordenamiento del mundo después de la guerra.

Hasta el día de hoy, se discute la actitud de Pío XII respecto de holocausto judío en un vivo y apasionado fuego cruzado de acusaciones y réplicas.

EL AUTOR ES PROFESOR ASOCIADO DE LA PUCMM