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DE LA MISMA TINTA

Cuatro semanas importantes

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Franz B. Comarazamy F.Santo Domingo

Ha llegado el momento de hacer un alto en medio de la rutina, de salirnos de nosotros mismos para reconsiderar la naturaleza de nuestras acciones y revalidar nuestra actitud frente a la vida y para con nuestros semejantes.

El tiempo de adviento, para todos los católicos, representa el tiempo litúrgico y espiritual de preparación para vivir con total regocijo, la festividad del nacimiento del niño Jesús. Ésta etapa –las cuatro semanas que anteceden a la Navidad- resguarda una triple finalidad que tiene como base el reconocimiento de la presencia de Jesucristo como eje principal de nuestras vidas.

Debemos recordar el pasado, celebrando el nacimiento del hijo de Dios de manera humilde y bondadosa, tal cual llegó a este mundo. Vivir el presente, haciendo de cada una de nuestras intervenciones un acto de amor y justicia. Y por último, prepararnos para el futuro, aguardando con esperanza –como fieles creyentes- la salvación y la plenitud de la vida eterna.

Rescatemos desde cada una de nuestras posiciones el verdadero significado de esta época del año. Conforme nos disponemos a limpiar, ordenar, arreglar y alegrar nuestros hogares para la celebración, renovando objetos, decorando arbolitos, comprando obsequios para agradecer y sorprender a familiares y amigos, de esa misma manera hagamos un ejercicio de remozamiento interior, de reestructuración de valores, sentimientos y prioridades.

Este es el momento ideal para reflexionar sobre nuestra vida espiritual, de reconocer qué tan buenos hemos sido. Es tiempo de perdonar, de admitir errores, de ser consecuentes y solidarios.

Es tiempo de desteñir orgullos y abrazar una nueva oportunidad para comenzar de cero.

Solo les revivo esta idea para que el sentido de la época no se resuma en brindar y vivir ansiosos en la espera del banquete donde reina el puerco asao’.

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