Tiempo para el alma

“¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís?”. Mr. 8: 17, 18.

Mira que somos torpes tantas veces. No vemos o nos hacemos los distraídos. El reproche de Jesús ha quedado para la posteridad dado nuestro inherente escepticismo y esa lamentable capacidad del ser humano de ver lo que quiere o le conviene. Nos cuesta reconocer que el milagro que Dios hizo una vez, lo puede repe tir una o infinita cantidad de veces más. Nos cuesta someter nuestra necesidad de evidencia y ceder ante la fe. Nos cuesta entender que la relación entre Dios y “yo” debe ser recíproca. Nos cuesta asimilar un amor que sobrepasa todo entendimiento. Se nos hace difícil asumir que egoísmo es el perfecto antónimo del amor, que el amor verdadero está inherentemente ligado a la solidaridad, la justicia, el respeto, la bondad, la humildad.

No, Jesús, no acabamos de entender, somos torpes, no dejamos que nos sirvan nuestros ojos y nuestros oídos.

Gracias por el regaño. Leyéndote una y otra vez, escuchándote, viviéndote llegaremos un día a comprender que el poder de Dios es real y que radica en su amor infinito, ese traducido en ti para ser imitado por mí.