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Aprender de Krugman

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Margarita Cedeño De FernándezSanto Domingo

Me confieso una lectora apasionada de los escritos de Paul Krugman, de sus obras sobre la economía y las ideologías modernas, al igual que de sus artículos que analizan la realidad geopolítica y económica de Estados Unidos y el mundo.

Sus méritos académicos sustentan la agradable noticia de su visita y la decisión del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) de otorgarle un doctorado Honoris Causa.

Quizá el aprendizaje más importante de una de sus obras más trascendentes, ¡Acabad ya con esta crisis! (End this depression now, en inglés), es la imperiosa necesidad de que, ante la crisis, los líderes globales no se entrampen en la discusión teórica y en los cuestionamientos que agobian el debate público, sino que se enfoquen en “obtener la claridad intelectual y la voluntad política” de poner fin a las situaciones de crisis que estamos enfrentando.

Es una línea de pensamiento que aporta a quienes estamos convencidos de que se requiere impulsar un compromiso político que revalide el pacto social y propicie un desarrollo inclusivo e integral.

Cuando Krugman publicó la obra, ya la crisis económica tenía un par de años desarrollándose, y la discusión se centraba en el rol del Estado en propiciar los cambios necesarios para dinamizar la economía mundial, a la vez que se discutían medidas para evitar que estos sucesos se repitieran en el futuro.

Era el gran debate entre políticas anticíclicas, al estilo Keynes, y las políticas restrictivas de la Escuela de Chicago.

Si alguien ha propiciado un debate sobre el capitalismo, la geopolítica, la democracia y el amplio conjunto de cuestiones que entrelazan a una con otra, ha sido Krugman, cuestionando el rol de la política, de la sociedad y del sector privado en el desarrollo económico y, evidentemente, su impacto social.

Esto ha llevado a que su pensamiento económico transite hacia lo que considero el real debate que debe preocupar a la generación actual: la desigualdad social causada por una economía con reglas abusivas.

En un artículo para The New York Times del 7 de agosto del 2014, Krugman analizaba los efectos de la desigualdad extrema actual en el desarrollo económico. La premisa es que la desigualdad está limitando el proceso de ampliación de la economía en muchos países, lo que resulta en un círculo vicioso donde sin desarrollo económico no podemos generar desarrollo social y viceversa.

Citando un estudio de Standards & Poors, una agencia calificadora, Krugman resaltaba el desbalance económico existente, que “limita la movilidad social y resulta en una mano de obra menos educada, incapaz de competir en el escenario global de la economía”.

Esta situación disminuye la capacidad de generar ingresos en la economía, lo que a largo plazo se convierte en una mayor desigualdad social.

Al escribir su obra ¡Acabad ya con esta crisis! Krugman se hacía dos preguntas: ‘¿Cómo hemos llegado hasta aquí?’ y ‘¿Cómo podemos salir de ella?’ Ambas preguntas siguen sin respuesta. Una próxima crisis nos entrampará en la misma situación, porque aún no se manifiesta la voluntad política global de emprender los cambios necesarios a nuestras economías.

Los tiempos que vivimos requieren “una combinación de pragmatismos, voluntad para implementar ideas distintas y determinación de hacer lo mejor posible”, decía Krugman, citando a Roosevelt- quien al combatir la Gran Depresión decía “hay que intentar algo, si falla, tratamos algo distinto, pero algo hay que hacer”.

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