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¡El poeta Mateo dando saltos en la muralla!

¿Qué es la poesía, de dónde surge su emanación cautiva, su hondo crepitar de sueños, figuraciones, vuelos imaginativos, inspiraciones asidas a un cielo de infinitas estaciones mentales, refulgentes sensaciones de una emanación de cánones, no identificados en la cápsula racional de las palabras? ¿Quién definió los contornos poéticos, los tradujo de su referente polisémico, de su ventanal polifónico, de su aguardado continente de asombros, de las primeras sensaciones en el vacío, de la luz tronante en la caverna alumbrada por el relámpago y el pavor? ¿Quién le puso formalidades al lenguaje para atar sus múltiples expresiones y raptar su súbita presencia milenaria? ¿Quién la acartonó en una disciplina verbal de periodizaciones y tribulaciones estéticas? La poesía como torrente, como fuerza telúrica, como inmanencia de la vida, corriendo en el pentagrama, liberándose, alcanzando su máximo delirio en lo inefable, en lo simple y en lo complejo, en el decimero y en la coplas, en las redondillas y en las Odas, en el nido conceptual de la imagen y en el océano desbordante de las metáforas. ¿Quién dijo poeta y lo designó oficiante del corazón, válvula grosera de latidos donde se transmuta el intento de amar y des amar con emociones, con altitudes y labranzas del alma?

¿Quién hizo de la palabra el recinto del azar, cuando el “Dadaísmo” lo trocó todo y prescindió del artilugio, montaje exclusivo, monopolio del ego, para volcarse en el automático absoluto? ¿Quién hizo de los versos un trámite surrealista, donde la epopeya del inconsciente nos legó una literatura infinita de significantes, de símbolos inconteniblemente fabulosos, creadores? ¿Quién dijo la palabra amor, y se escapó del entorno miserable, diagramando para la eternidad el “Cantar de los Cantares”, insuperable formato de la palabra alada, del encanto erótico y de las plurales formas de amar en una soberbia abstracción poética bajo un contexto bíblico?

A quien procuró Apollinaire para escribir sus caligramas, para sus ideogramas, su poesía visual, sus dibujos en el lomo del verso, y atrapar la poesía en las vanguardias que asomaban a principio del siglo 20. Y Rimbaud, ese poeta ilimitado en su desgarrada humanidad, que vio a la belleza, la sentó en sus piernas y la encontró horrible. Y las poéticas de la modernidad a partir de Mallarmé en 1897 y de Joyce en 1939, del “Modernismo” del inmenso Rubén Darío, de la “poesía concreta” literaria brasileña, teniendo como metáfora epistemológica la construcción de Brasilia, obra del arquitecto Niemeyer. Y los “topo poemas” de Octavio Paz. Y el Pluralismo experimental de Rueda. Y la poesía social dominicana representada por Pedro Mir, Manuel Del Cabral y Héctor Incháustegui, en el contexto de una hora histórica, en la cual solamente había de verse la luz solidaria de los pueblos.

La poesía es hacedora del alma, el alma es creación poética, no nacemos con ella, la forjamos, la construimos, la dotamos de vida etérea. Recordad a Walt Whitman, rehaciendo constelaciones y átomos. A Saint John Perse, fantaseando signos, metáforas que fluyen como pájaros sobre el viento y la noche de los tiempos. Escribir poesía es resistir, es apertrecharnos bajo una trinchera de utopías fundacionales. La poesía no es totalmente racional, se fuga del esquema y de los ayuntamientos lógicos del pensamiento, no está regulada, siempre se está renovando. Es un reservorio de irreverencias pero también de ternuras. No se puede amar sin la poesía pero se puede vivir sin ella, como autómatas, como sicarios de un tiempo impostor, insensible. En la Grecia antigua la poesía guiaba las cantatas, los mares humanos alrededor de sus cantilenas y amores.

Todo esto para reseñar el recién finalizado Foro Internacional de Poesía, celebrado bajo la dirección de los poetas Mateo Morrison, Ángela Hernández, Rafael Nino Félix Basilio Belliard, Valentín Amaro y docenas de trabajadores culturales, con el auspicio de varias instituciones entre ellas, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la Fundación Corripio y el Ministerio de Cultura. El tema central de debates y ponencias lo fue: “Tradición y ruptura en la poesía contemporánea”. Las sesiones de trabajo se realizaron en la Biblioteca Pedro Mir, sala Manuel Del Cabral, el Centro Cultural de España, y Museo de las Casas Reales. Participaron 14 poetas de distintas partes del mundo: Luis García Montero (España), Víctor Manuel Mediola (México), Eduardo Mosches(Argentina), Ivonne Sánchez (España), Katia Chico (Puerto Rico), Idran Amithanayagam (Sri Lanka), Camila Charry Noriega (Colombia), Edda Armas (Venezuela), Elizabeth Lara (USA), Jorge Miguel Cocom Pech (México) Carlos Aguasaco(Colombia), Christos Tsiami (Grecia), Zingonia Zingone (Italia), Juan Carlos Abril (España) y Darrelk Holnes (Panamá). Junto a los visitantes leyeron ponencias y versos, numerosos poetas dominicanos. Lo más impresionante del evento lo fue el público, a casa llena, los tres días. La poesía estaba de festejo el pasado fin de semana, cabrioleaba sobre los adoquines de la ciudad colonial, se alzaba sobre el viejo reloj de piedra, cantando alto a la dársena del río. Y el gigante Mateo Morrison, dando saltos sobre la vieja muralla, con sus manos llenas de mariposas y soles, embriagado de versos, feliz en su verbena nocturna de poesía y belleza.

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