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EL BULEVAR DE LA VIDA

Humanas visitas de domingo

Mahoma y la montaña Unos dicen que la idea fue del Presidente. Otros aseguran que es parte de un plan que sus asesores le propusieron en la campaña; pero el origen es lo de menos, lo de más son los resultados, los resultados y el mensaje que se envía. Esto de visitar a los pobres en domingo, de ir Mahoma a la sagrada montaña del soberano empobrecido tiene su historia. Cuentan que en sus primeros años de Gobierno, el presidente Balaguer gustaba mucho de visitar el campo y escuchar directamente a la gente. Sólo que las visitas del Doctor giraban siempre en torno al “cacique” de la comarca, empoderado por él para “resolver” individualmente a cada quien, uno a uno y en su nombre, de su parte.

Como Olga Lara Las visitas sorpresa del presidente Danilo Medina son otra cosa. Y es que ellas surgen precisamente de lo contrario. Ellas no empoderan al danilista de la comarca sino al hombre de trabajo “asociado en sociedad”, a ese que día a día construye el país con sus manos desde el anonimato de su duro trabajo. A esos hombres y mujeres visita animado y presta toda la atención el Presidente, cual si visitara a don José Luis Vicini Bonetti, o a doña Ligia Elena Corripio y Grullón, por decir. (Una sola aristocracia, la del trabajo; un solo privilegio, la inteligencia; un Olimpo solo, el de los honestos). Felizmente, estas visitas presidenciales atentan contra un sistema clientelar que el país necesita ir desmontando a pasito lento (-el mismo que PRD y PLD han perfeccionado hasta la vergu¨enza-), mientras se desmonta la pobreza material y cultural, que la economía dominicana hace décadas que crece bien, lo que falta ahora es distribuir mejor.

“Que alguien me diga…” Alguien tenía que decirle a los pobres nacionales, y nadie mejor que “el primero entre sus iguales”, que sólo agrupados pueden ser competitivos en cualquier actividad, y que sólo agrupados puede el Estado brindarles la oportunidad de echar pa’lante sus proyectos, recordándoles, como machaconamente le repite el mandatario, que ese dinero “es del Estado y tienen que pagarlo, mientras más se asocien más puede el Estado ayudarles”. Y es que nada es tan útil para que un pobre venza sus limitaciones -no sólo materiales sino las que le impone la “cultura de la pobreza”- que ser empoderado, ser capaz de hacerse cargo de sí mismo, y entender que se puede, siempre se puede, y además se tiene el derecho. Por algún lado había que comenzar a convencer al dominicano de que debe confiar en sus fuerzas y dejar de ser un mortal votante para convertirse en ciudadano cumplidor respetuoso de las leyes y defensor militante de sus derechos.

El Club del bote Cuentan que el Che Guevara para botar el estrés se iba de guikén a cortar caña. Danilo Medina, -superados los sesentas-, no está para esos trotes, pero eso sí, si no está usted envenenado de la mezquindad que el fanatismo político produce, de seguro estará de acuerdo conmigo en que muy comprometido ha de estar un presidente con su país, con su gente para, después de un lunes a sábado resolviendo los problemas nacionales (que en un país tan débil institucionalmente son todos), sacrificar a su familia, a su compañera de vida, a sus hijas (con lo apegada que son Las Paola a sus padres) e irse cada domingo con Carlitos Pared, José Ramón Peralta y el General, a empoderar a unos pobres que –asociados- están dispuestos a seguir construyendo el país con su esfuerzo, y para lo que en muchas ocasiones sólo les faltaba eso: la visita de un Presidente, en un domingo en donde los demás mortales andamos viendo ganar al Real Madrid, abrazando a las Paola, ay, o como dice Umbrales, “saludando que su piel sea mi mar/ su humedad mi puerto/ O siendo apenas un velero que encalló en sus besos”. Y me perdonan los versos, pero no todo tiene que terminar siempre en la jodida política, amén.

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