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Tiempo para el alma

“Hermanos: Desde que nos enteramos de vuestra conducta, no dejamos de rezar a Dios por vosotros y de pedir que consigáis un conocimiento perfecto de su voluntad, con toda sabiduría e inteligencia espiritual. De esta manera, vuestra conducta será digna del Señor, agradándole en todo; fructificaréis en toda clase de obras buenas y aumentará vuestro conocimiento de Dios”. Col. 1: 9-10.

El hecho de que estemos transitando el camino de la conversión, no nos exime de la caída, de la mirada hacia atrás, de nuestras debilidades humanas. Unos se mantienen inquebrantables, firmes; otros no tanto, la tentación de sucumbir es lo suficientemente fuerte como para halarnos de vuelta al pasado si no tenemos las amarras fuertemente sujetas a nuestra fe. Eso pasa, mis queridos lectores; a todos o a muchos nos pasa.

Pero que la necesidad de Dios no nos pille débiles; entonces reenfoquemos, tomemos nuevamente el camino hacia la búsqueda de la Verdad, de la vida eterna, del compromiso de superar las incoherencias que hemos ido sellando en nuestra propia humanidad.

Pablo habla de inteligencia espiritual, esa debería ser una aspiración constante y para ello debemos trabajar; pero se necesita ejercitar el “músculo” de la espiritualidad, con oración íntima, con la lectura de la Palabra, con el ejercicio de la solidaridad, con el diálogo y la consulta, con el compartir entre hermanos, compañeros de camino. Y, como dice Pablo, fructificaremos en nuestro bien hacer, y fortaleceremos nuestro conocimiento y fe en dios.

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