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COGIÉNDOLO SUAVE

Un viejo mujeriego burlón

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Mario Emilio PérezSanto Domingo

Mi amigo de hace un lote de años anda por los inicios de la séptima década de su vida, y bromea con las manifestaciones de la carga geriátrica.

Afirma que en una ocasión en que compartió cama en un motel con una dama cincuentona fue afectado de lo que denominó pánico visual.

Se debió el susto a que contempló los senos de la dama situados en las proximidades de los muslos y el ombligo.

Afirmó que una joven, con la firmeza de sus carnes desnudas, es el equivalente de un medicamento elevador de la potencia viril.

El hombre, divorciado, alardea de sus lances amorosos con féminas que no alcanzan los cuarenta años, edad en la que según dice comienzan a reblandecerse y a colgar las pechugas.

El buen humor del personaje lo lleva a burlarse de su vejez, señalando que le apena cuando es rebasado en alguna calle por un joven a quien le llevaba muchos metros de ventaja.

O cuando celebra con amplia sonrisa que una jovencita, a la que galantea con un piropo, reacciona con una cara hosca, y la frase ¡viejo, respétese! pronunciada en tono airado.

Afirma que la conversación sesuda, cargada de experiencia mundanal de un anciano, provoca bostezos frecuentes y prolongados en sus acompañantes juveniles del bello sexo.

Y añade que las exposiciones triviales de los jovenzuelos las mantienen en permanente atención, y algunos de sus chistes carentes de gracia les sacan ruidosas carcajadas.

Relata que una veinteañera con la cual acababa de hacer el amor, ante un poema amoroso que le recitó, reaccionó con un ronquido iniciador del sueño.

Ante el vergonzoso desaire, optó por vestirse rápidamente, y abandonar el motel, a sabiendas de que la damisela tenía la condición de peatona, y el tiempo se aproximaba a las once de la noche.

A las tres de la madrugada lo despertaron los timbrazos del teléfono colocado sobre una mesita al lado de su cama.

--Oye, buenísimo que me pasara lo de anoche, porque la mujer que duerme con viejos está fuera de la gracia de dios- le gritó su pareja ocasional, para de inmediato cortar la comunicación.

El mujeriego relató el incidente con interrupciones provocadas por sus ataques de risa, y manifestando una vez más que la vejez deberían los gobiernos prohibirla mediante decreto.

Pese a su predilección por las jovencitas, mi amigo no cuida su apariencia física, y en su anatomía delgada se juntan una pronunciada barriga, un pecho hundido, y brazos de escasas pulgadas.

Justifica su alejamiento de los gimnasios diciendo que a las jóvenes de hoy les gustan más la billetera abultada de un viejo, que la figura atlética de un mozalbete

Creo que mi amigo añejo es un hombre feliz.

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