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EN PLURAL

Educación, moral, democracia

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

La sociedad dominicana padece de una gran confusión, en cuanto a algunos conceptos fundamentales: la educación, la ética, la democracia, por ejemplo, han ido adquiriendo acepciones no solo equívocas, sino equivocadas.

Los tres conceptos se han manoseado tanto, de tal manera se van usando en declamaciones retoricas, para ilustrar, venga o no a cuenta, el discurso oficialista, o el de los sectores dominantes, que los/as ciudadanos/as de a pie asumen una u otra de las versiones sesgadas, y terminan por hacerla suya.

Se renuncia al derecho a pensar con propia cabeza, y sobre todo, a exigir vivir en una democracia, donde la ética imponga valores, a través de una educación de calidad con igualdad. Ante de esta confusión que quizás empezó en la ignorancia y que ahora es culposa, ya que se instrumentó para la alienación de muchos, los intelectuales dominicanos entendidos en el sentido de obreros transformativos que les otorga Henry Giroux, tienen el deber de recuperar el sentido profundo de la democracia, de la ética, de la educación.

La profesión que elegí hace 64 años, y a la que amo y sirvo todavía, ha impregnado muchas reflexiones En Plural sobre la educación. Retomo el tema en este punto del devenir dominicano en que las definiciones se imponen. Pero la educación no es una variable independiente; la situaré en el sistema de vida que aquí se define como democracia, nublada en la pérfida bruma con que esa democracia apócrifa cubre los valores morales, arrinconados y reducidos a aburridas clases en las aulas que paralelamente se encarga de desmentir la práctica social cotidiana.

Por esa orfandad ética en el sistema educativo, y porque en lo que bien podría llamarse “el currículo oculto” esa praxis culposa germina en una gestión educativa llena de opacidades, se percibe como DEBER categórico Kantiano privilegiar y recuperar la naturaleza esencial del concepto educación comenzando por el SENTIDO de LA ÉTICA EN EL PROCESO EDUCATIVO.

Las nuevas ideologías se han infiltrado en los sistemas educativos, el positivismo jurídico y el escepticismo valorativo, plantean la desesperanza de poder obtener criterios morales a partir de argumentaciones nacionales.

Partiendo de ello, se impone entonces un dogmatismo normativo, que se enfrenta a la posmodernidad la cual plantea la lasitud de lo moral, adaptándola a la individualidad de cada cual, al valor del acontecimiento, la “intuición del instante”. O sea, cada quien construye a gusto propio su código de ética.

Los sistemas educativos se dividen en dos extremos en cuanto a su relación con La Moral: los que pretenden seguir tratando de imponer NORMAS, y los que optan, en nombre de unas libertades individuales extremas, no interferir en la formación de “los otros”.

En República Dominicana, ambas versiones extremas se han dominado, durante periodos distintos, nuestro sistema educativo. Ha habido, también, versiones mixtas.

En la reforma educativa hostosiana la Moral rigió la filosofía educativa del Maestro. Pero se salvaba del dogmatismo, porque Hostos, evangelio vivo, la predicaban en su acción, y sus discípulos asumieron no solo sus lecciones dictadas o escritas, sino su vivo ejemplo.

Ya luego se instala en el país un periodo educativo de dogmatismo feroz aunque espurio, Trujillo, mientras él y su familia robaban , asesinaban, violaban los principios éticos más elementales, ordenaba que en las escuelas se nos inculcaban nociones de patriotismo y de “buena conducta” que no resistían el crisol ardiente de la comparación con la inmoralidad y desenfreno del régimen.

La Ley 29-09 siguió rigiendo la educación nacional hasta 1997, solo 36 años después de ajusticiar al tirano pudimos por fin DEMOCRATIZAR nuestro sistema educativo, a la Ley 66-97, limpiándolo, aunque no totalmente de la doble moral trujillista.

La formación de los maestros/as siempre rezagada gobiernos ineptos o corruptos y gestiones ministeriales maniqueas, han impedido que en nuestro sistema educativo se defina, verdaderamente una filosofía educativa, introduzca en los currículos el estudio de la filosofía, como sustento a una clara postura de articulación de los contenidos de la ciencia llamada “natural” con las Ciencias Sociales, con la ética, y con la moral como teoría y praxis.

En medio del tecnicismo exacerbado que se impone como modelo educativo neoliberal, las voces que debieron defender la pertinencia de la argumentación moral en el proceso de formación de personas para convertirlas en ciudadanos, han sido débiles, o han guardado silencio o están muertas. Juan Francisco Sánchez, el querido tío Tongo, por ejemplo, filósofo que estuviera librado esta guerra si viviera.

El “ethos” moral, ha sido descalificado por el pragmatismo, tanto en su relación intrínseca con el proceso educativo, como lo llama el profesor colombiano Guillermo Hoyos, “la democratización de la democracia”.

Pongo puntos suspensivos. Hasta el próximo sábado, las 800 palabras que se me permiten En Plural, se han agotado.

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