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Buenos oficios en solución de conflictos

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MANUEL MORALES LAMASanto Domingo

En la dinámica de la política internacional, los medios pacíficos de solución de los diferendos internacionales se han convertido en la tarea imperativa de quienes, desde diversos campos, tienen el deber de velar porque la seguridad entre las naciones, el mutuo respeto y la armonía entre los pueblos sea una realidad para preservar la vida humana.

Teniendo presente asimismo, que el mantenimiento de la paz resulta esencial para la efectividad de los indispensables proyectos de desarrollo de las respectivas naciones.

En tal contexto, uno de los grandes desafíos de la “Sociedad Internacional” es lograr por medios pacíficos la solución de los conflictos o controversias que se presenten entre los Estados. En efecto, en el presente ordenamiento jurídico internacional la utilización de las armas sólo está permitida para la legítima defensa. En ese marco los métodos de solución de controversias se proponen, en general, solucionar el problema (o disputa) antes de que éste ocasione mayores consecuencias para los Estados afectados y para la paz mundial.

Como las disputas internacionales son de naturaleza muy variada, aceptan diferentes fórmulas de solución.

Mientras en unos casos la aplicación de un solo método puede lograr la solución del conflicto, en otros deben usarse complementaria o sucesivamente, según las circunstancias lo demanden, diversas opciones de métodos (S. Sepúlveda/Díez de Velasco).

Es oportuno recordar que se ha convenido en establecer dos clases de medios de arreglo: el diplomáticopolítico y el jurídico. Los métodos de solución del primero son: la negociación o arreglo directo (que es el más antiguo y frecuentemente utilizado), los buenos oficios, la mediación y las comisiones de investigación y conciliación.

Todos los cuales, según observa Pérez de Cuéllar vienen a constituir modalidades de negociación.

De igual modo, han sido establecidos como medios jurídicos el arbitraje y el arreglo judicial, que a diferencia de los primeros, sus fallos (laudos y sentencias) son obligatorios para las partes.

Coexisten con lo enunciado precedentemente otros medios extremos de solución de conflictos (establecidos en la Carta de las Naciones Unidas, artículos 41 y 42), que han sido admitidos como de carácter coercitivo, “que no implican propiamente una guerra y son puestos en práctica cuando se ejecutan determinados actos para obligar a un Estado a cumplir con sus deberes internacionales” (M. Sierra). Estos métodos “de decisión colectiva y naturaleza coercitiva” son: la represalia, el embargo, el bloqueo pacífico, la ruptura de relaciones diplomáticas, el boicot, la retorsión, entre otros.

Como en artículos precedentes el autor ha tratado lo relativo a la negociación y a la mediación como métodos de arreglo pacífico, esta vez ha considerado la pertinencia de abordar, específicamente, los buenos oficios.

Hoy puede asegurarse que los buenos oficios están constituidos, en esencia, por la “intervención amistosa” de una personalidad con gran autoridad moral, u Organismo Internacional, o bien un tercer Estado “ajeno a la disputa en cuestión”, que actúa ante dos o más Estados (o partes) que se hallan en conflicto, armado o no, con el propósito de acercar las posiciones, o bien, obtener el inicio, o la reanudación de negociaciones directas entre litigantes o beligerantes, sin intervenir en ellas, y sin hacer ninguna propuesta para la solución del conflicto. Esto último corresponde al campo de la mediación.

Es decir, si el gestor de buenos oficios expresa su criterio sobre el asunto de fondo, podría convertirse en mediador, siempre que pueda contar, para asumir ese rol, con la imprescindible aprobación de las partes en disputa, cosa no infrecuente en el curso de una gestión de buenos oficios (L. Malone).

Cualquier Estado, institución o persona podrá ofrecer buenos oficios y cualquiera de los Estados (o partes) en conflicto puede solicitarlos. Pero esta función, naturalmente, podría no ser aceptada por los interesados.

Puede afirmarse que el objeto de los buenos oficios es básicamente apaciguar la tensión y exaltación de las partes y tratar de establecer una atmósfera propicia para que las mismas puedan llegar a la negociación con la finalidad de lograr la solución de la disputa. Constituyendo de ese modo, los buenos oficios, la forma más apropiada de iniciar gestiones encaminadas a un arreglo, en los casos de que el primer intento de negociación haya fracasado, o bien cuando los Estados no recurren a ella (I. Shapiro). Cabe recordar que “los buenos oficios y la mediación tienen carácter de consejo y nunca de fuerza obligatoria”.

Se suele admitir en la práctica, que en determinadas ocasiones los buenos oficios, y también la mediación, pueden tener ciertas ventajas con respecto a las negociaciones directas para lograr la solución de la controversia.

En determinadas circunstancias resulta más fácil, desde el punto de vista político, justificar concesiones a través del auspicio de una tercera parte (mediador o buen oficiante), que hacerlo directamente a la otra parte involucrada en la disputa.

Finalmente, se podría concluir con una reciente frase del Papa Francisco: “Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra”.

EL AUTOR ES EMBAJADOR DE CARRERA Y CONSULTOR INTERNACIONAL

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