De políticos... y amigos

Las pasiones políticas, exacerbadas en estos tiempos de campañas y elecciones, provocan no pocos malestares en las relaciones primarias entre partidarios, amigos, familiares, grupos y la sociedad misma.

Se desgarra las relaciones en las discusiones, subidas de pasión y hasta de tono en muchos casos, cuando se aspira a un puesto, y que no decir si se pierde, y aún hasta cuando se gana.

‘La ambición de poder nubla la mente’, dice el refranero popular. Creo que es la expresión vívida de la realidad del ser que muchos políticos, o de muchos que viven de la política, llevan dentro y que ocultan bajo el traje de la hipocresía, de la amistad oportunista.

En mis casi cinco décadas de ejercicio periodístico, en que he cubierto elecciones desde 1970, he visto el ‘desdoble’ de gente en política, en todas sus dimensiones, desde cuando buscan el poder y hasta cuando llegan al poder. Son las realidades de la bajeza de muchos en el ejercicio de la política, una ciencia de cultos, profesionales y civilistas, pero a la que acceden muchos pobres de espíritu, amargados, frustrados, energúmenos que solo persiguen ‘llegar’, no importa a cuantas trapisondas deban recurrir o a cuantos tengan que degollar en el camino, para lograrlo.

Son tiempos difíciles, complejos y hasta peligrosos, no para la integridad física sino para el difrute del cotidiano vivir de gente que ejercemos la política, la amistad, el periodismo, nuestras profesiones u oficios, como medio idóneo y por excelencia de convivencia solidaria, no como trampolín para hacer fortunas.

Estas reflexiones son fruto de la experiencia personal de mis 65 años de vida, casi 50 de ellos dedicados al periodismo, lo que me ha dado privilegiadas oportuniades de estar y convivir en las entrañas mismas del monstruo. Por ello concluyo estas divagaciones de la época recomendándoles tolerancia, paciencia, reflexión, pues todo pasa, hasta la vida, de la que nos quedan apenas esos momentos de disfrute plenos de libertad con nuestros amigos y familiares y, sobre todo, la satisfacción del deber cumplido.