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EN LA RUTA

Irrenunciable

Desde ayer la Ley 169-14 establece que todo ciudadano extranjero en condición de ilegalidad debe ser deportado a su nación de origen.

Durante 18 meses el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros (PNRE) suspendió las repatriaciones y proveyó la posibilidad para que los inmigrantes indocumentados pudieran acogerse al mismo, por tanto a partir de hoy, junto con la entrega de carnés a los regulados, hay que cumplir con lo establecido.

Por eso se hace nacionalmente imperativo otorgar todo el respaldo al presidente Danilo Medina y a los esfuerzos de clarificación que lleva a cabo el gobierno y el canciller Andrés Navarro para proteger esta fase del PNRE, que curiosamente y pese a la tozudez de las autoridades haitianas, es una noble, útil y gratuita herramienta que el estado dominicano puso en sus manos.

Desde el 18 de junio cuan do venció el PNRE, gobierno dominicano y en una (otra) muestra de solidaridad y humanismo con nuestros vecinos haitianos, ha dispuesto de muchas facilidades para quienes no pudieron acogerse al plan, opten por la salida voluntaria de forma digna y adecuada.

Yendo hasta un poco más allá de lo razonable, las autoridades han brindado asesoría y apoyo logístico a los viajeros, a quienes no se les impide un eventual retorno siempre y cuando obtengan la documentación requerida.

Hasta el momento más de 36 mil ilegales han abandonado voluntariamente el país y ante la cifra, las autoridades exploran la posibilidad de extender la gracia por quince días. Una opción ponderable siempre y cuando resultase conveniente al interés nacional, que a fin de cuentas lo que procura es sacar a los ilegales del país, pero que en modo alguno invalide lo mandado por Ley.

Cada país tiene el derecho irrenunciable a establecer sus propias pautas, máxime en temas tan sensibles como el migratorio. Sin embargo, por eso República Dominicana enfrenta una campaña aviesa y feroz por una parte de la comunidad internacional que ha sido, dada su indiferencia y doble moral con Haití, corresponsable de su desgracia, pero sobre todo desconocedora de nuestros aportes.

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