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LUIS ENCARNACIÓN PIMENTELSanto Domingo

Perdimos demasiado tiempo en desarrollar una ofensiva diplomática como la desplegada en la actualidad por el canciller Andrés Navarro, y dos discursos enérgicos del presidente Danilo Medina en el extranjero, para darle un corte a la campaña difamatoria y mentirosa contra el país de parte de Haití y de sus aliados internacionales.

Lo que para algunos, incluso a nivel de funcionarios del gobierno, era un juego o simple “racismo”, ha devenido en una amarga realidad que nos golpea en la cara… ahora descubrimos que todo lo que el país ha hecho por sus vecinos, desde el gasto social en salud y educación hasta un plan de regularización de indocumentados que cuesta más de dos mil millones de pesos al Estado, de nada ha valido, porque lo menos que nos ganamos es que el primer ministro haitiano acuse al gobierno local de “ejercer una política discriminatoria” contra sus connacionales, y que un editorial del periódico Le Noveliste tilde de “cínico” al gobierno dominicano.

Con esa gente, por lo visto, no hay plan, condescendencia ni prudencia que valgan.

Y es que hay toda una línea trazada, una posición bien tomada, en el sentido de que nuestro país cargue con ellos, y que nos fusionen, para resolverle a la comunidad internacional un problema que debe ser de los distintos países, incluidos muchos de los que nos atacan y critican de modo alegre y perverso, pero que no han tenido ellos la responsabilidad de asumir.

Ante la inaceptable agresión y la grave amenaza que tenemos encima, el país, la nación en pleno -incluyendo gobierno y oposición– tienen que sacudirse, dar un paso al frente y caminar juntos en la defensa de los intereses, la dignidad, la soberanía y la autodeterminación nacionales.

No es asunto de confrontación ni de ataques graciosos, sino de defensa de ataques y acusaciones reales y mendaces en distintos escenarios.

Hizo bien el Canciller dominicano en enmendarle la plana y poner en su sitio al embajador haitiano que fue a la ONU a difamarnos y a hablar mentiras. Y otra cosa, gobierno y país deben ser más diligentes y declarar “no grato” e invitar a salir de aquí a todo el que se compruebe que viene a dañarnos y a ensuciarnos como si nada, como hizo Venezuela con un intruso que estuvo aquí. En el caso de la OEA, en vez de una comisión sugerida, debe pedirle excusas al país por su complicidad y daños en la invasión de 1965.

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