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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Federico Ozanam: la caridad no basta

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Manuel P. Maza Miquel S.J.Santo Domingo

Nacido en Milán en 1813, siendo estudiante, vivió con el científico André-Marie AmpËre, trabando amistad con su hijo, quien editaría las Obras Completas de Ozanam (1871). A los 23 años, doctor en derecho mercantil, en 1839, Doctor en literatura, con un estudio sobre Dante y la filosofía católica del siglo XIII. Profesor suplente de la Sorbona en 1840, y ordinario en 1844, elegido unánimemente. Desde los 17 años, Ozanam defendió con tolerancia y profundidad su fe cristiana. Al estudiar los pueblos germánicos, muestra cómo el catolicismo preservó y transformó la mejor herencia del mundo romano y de los pueblos bárbaros. Contra las predicciones del predicador P. Lacordaire, O.P., Ozanam fue esposo y padre de una hija. En 1833 fundó junto con otros amigos la Conferencia de la Caridad. Al decir de Ozanam, para “asegurar mi fe con obras de caridad. Al poco tiempo se convertiría en la Sociedad San Vicente de Paúl. Preocupado por la enseñanza de la religión en las escuelas católicas, pidió al Arzobispo de París la formación de profesores. Respondiendo a esta demanda, en 1835 se organizaron las Conferencias de Notre Dame. Criticó el liberalismo económico, “ignominiosa doctrina” que reduce la existencia humana a los cálculos del interés. “La cuestión que hoy agita al mundo esÖ la lucha de los que no tienen nada y los que tienen demasiadoÖ Para restablecer el orden no basta la caridad, pues ésta sana las heridas, pero no puede evitar los golpes que la producen”. Adelantándose a Marx (1848) y a León XIII (1891), Ozanam pedía la intervención de la justicia, la regularización del mercado de la mano de obra mediante asociaciones de obreros y un cierto control del Estado (Nueva Historia de la Iglesia, 1977, IV, 390). En una época en que “democracia” olía a anticlericalismo, Ozanam sostenía: “He creído y creo aun, en la posibilidad de la Democracia Cristiana; más aún, no creo en otra cosa, tratándose de política”. Ozanam vivía escandalizado de la indiferencia de los católicos franceses para incorporarse a la lucha política. En 1848 no logro ser electo a la Asamblea Constituyente por Lyon. Fundamentando su frase, “pasémonos a los bárbaros”, escribía: el pueblo que empuñó las armas se interesaba por el trabajo, el alimento, el salario, “Öel pueblo que se moviliza, me parece mucho más lúcido, más moral, menos ciego que la burguesía a la que sucede. Éstos son, en efecto, los bárbaros de los que yo hablé en mi artículo del Corres¨pondant, ellos tienen pasiones, pero no vicios, ni la depravación racionalista de parte de las clases ´intelectualesª. Y su divisa: libertad, igualdad, fra¨ternidad, es el mismo Evangelio”. Con apenas 40 años, en 1853 moría Ozanam. En una ocasión, Juan Pablo I, al tratar del matrimonio contaba esta anécdota: ´El siglo pasado había en Francia un profesor insigne, Federico Ozanam; enseñaba en la Sorbona, era elocuente, estupendo. Tenía un amigo, Lacordaire, que solía decir: “¡Este hombre es tan estupendo y tan bueno que se hará sacerdote y llegará a ser todo un obispo!”. Pero no. Encontró a una señorita excelente y se casaron. A Lacordaire no le sentó bien y dijo: “¡Pobre Ozanam! ¡También él ha caído en la trampa!”. Dos años después, Lacordaire vino a Roma y fue recibido por Pío IX; “Venga, venga, padre, óle dijoó yo siempre había oído decir que Jesús instituyó siete sacramentos: ahora viene usted, me revuelve las cartas en la mesa, y me dice que ha instituido seis sacramentos y una trampa. No, padre, el matrimonio no es una trampa, ¡es un gran sacramento!”ª. (S.S. Juan Pablo I, Catequesis del 13 de septiembre de 1978). Juan Pablo II le beatificó el 22 de agosto de 1997. Hoy, la Sociedad San Vicente de Paúl actúa en 109 países con 800,000 miembros. El autor es profesor asociado de la PUCMM

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