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Esenciales relatos de la diplomacia

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Manuel Morales LamaSanto Domingo

Por ser consonante con el ambiente que suele generarse en la Navidad en países de fe cristiana, esta vez el autor se permite tratar un tema “más ligero” que los publicados habitualmente de su autoría. Para los fines de este trabajo resulta muy conveniente que el medio internacional, y particularmente el diplomático, son de los que más relatos y anécdotas generan, y que, directa o tangencialmente éstos acostumbran a contener una moraleja como conclusión. En ese sentido, uno de los relatos históricos más utilizados en la cátedra, escritos y exposiciones de este carácter, pese a su antigüedad, es el siguiente: En San Petersburgo, Otto von Bismarck, acababa de ser nombrado embajador del Reino de Prusia ante la Corte de los Zares en 1859. En una audiencia con el Conde Nesselrode, el hombre que un día sería conocido como el “Canciller de Hierro” presenta a un joven colaborador suyo como “el diplomático del futuro”. El conde Nesselrode responde con una frase que se ha hecho famosa: “En el futuro, no habrá diplomáticos, ni diplomacia”. Al respecto L. Melgar en un artículo reciente, al referirse al texto precedentemente expuesto señala: Ha pasado un siglo y medio desde entonces, y la historia nos demuestra que el conde Nesselrode estaba equivocado. El mundo actual requiere, más que nunca, diplomáticos y diplomacia adaptados al siglo XXI. Y eso pasa por saber conjugar las labores de la diplomacia tradicional con la cada vez más importante diplomacia pública, entre otras modalidades y estrategias requeridas hoy en este ejercicio. Es oportuno señalar que el término diplomacia pública fue utilizado por primera vez con el significado actual por Edmund Gullion, un diplomático estadounidense transformado en decano de la Fletcher School of Diplomacy, en la Universidad de Tufts. El concepto tuvo un éxito inmediato en los Estados Unidos y se ha ido extendiendo hasta alcanzar un uso prácticamente universal. Como es ampliamente conocido, los proyectos “marca-país” suelen ser parte de las eficaces estrategias de la diplomacia pública. En el orden práctico, sostiene M. Flor e Almeida, la diplomacia pública procura obtener un “capital de simpatía” susceptible de dar eficacia a determinadas acciones de la política exterior. Su objetivo principal consiste en “construir”, promover y divulgar una adecuada imagen del país fiel a la realidad, que por supuesto incluye también la proyección de sus valores y cultura, así como la efectiva difusión de sus puntos de vista. En tal contexto, podría resultar ilustrativo un acontecimiento relacionado con lo antes tratado, que se atribuye al ámbito de la política exterior cultural estadounidense, cuya diplomacia pública se ha valido del “hip-hop” a fin de crear un conveniente “puente” para la difusión de su cultura. En tal sentido, destacando su efectividad, medios de comunicación en su oportunidad, señalaron la determinante incidencia que pudo haber tenido la difusión del “hip-hop” en la llamada primavera árabe. Recuérdese que el “hip-hop” surgió a finales de los años 60, en Estados Unidos, como un movimiento cultural propio de determinados “barrios populares” neoyorquinos en comunidades “afroamericanas” y latinoamericanas. Como expresión artística, el “hip-hop” ha tenido su mayor incidencia en el marco de la política exterior cultural estadounidense durante el gobierno del presidente Obama. De otro lado, debemos referirnos a un asunto vinculado directamente a la Navidad, y es la tradición establecida en diversos países en virtud de la cual los jefes de Estado ofrecen su formal “mensaje de Navidad”, por los diversos medios disponibles (incluyendo hoy los electrónicos). Al respecto, como referencia histórica conviene recordar, que autores contemporáneos consignan que el primer mensaje de tal naturaleza, valiéndose de la radio, fue el que ofreció el rey Jorge V del Reino Unido, a través de la “BBC Imperial Service”, en 1932. No obstante, el primer mensaje por televisión de ese carácter se atribuye al entonces presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, siendo trasmitido en 1939, en los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Ese mensaje, que fue calificado como “un efectivo instrumento de promoción gubernamental”, motivó que diversos mandatarios de la época ofrecieran mensajes de semejante contenido (entre ellos Churchill y Hitler). Podría ser apropiado recordar, al acercarnos al genuino sentido de la Navidad, lo que decía el embajador F. Agramonte al referirse a su viaje a Tierra Santa: “Alrededor del Sepulcro del Salvador, hoy sumido en odio y sangre, debe sonar muy raro el eco de aquella voz divina que decía: “¡Amaos los unos a los otros!”. En cierto modo vinculado a esto, en una reciente exposición, el papa Francisco ha sostenido, enfáticamente, que para lograr la paz se necesita más valor que para hacer la guerra. Asimismo, nos recuerda en otro mensaje un notable texto del Papa Pablo VI, donde afirma: “no sólo entre las personas, sino también entre las naciones, debe reinar un espíritu de fraternidad”. El autor es embajador de carrera y consultor internacional

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