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Los carros de oro

El diario digital “Acento” publicó algunas fotos del que llama “Ferrari de Oro”, propiedad del petromacorisano jugador de béisbol, Robinson Canó, auto que parece estar registrado fuera del país, al portar una placa de La Florida. Es probable que el Ferrari no sea realmente de oro, sino dorado, con pretensiones de parecer oro puro, por aquello de la vanidad pueril de ciertos humanos, no importa la cuna donde hayan nacido. Puede que Canó tenga la capacidad de comprar, no un Ferrari, sino un Rolls Royce “custom made”, a su gusto. Puede que el Big Papi también tenga un Ferrari, como cualquier otro de esos jugadores que ganan honestamente un fabuloso salario. Pero, señores, ¿no les parece petulante exceso el pasearse en automóviles así por barrios llenos de hoyos, aguas negras en las cunetas, retrojos de motocicletas y gente con cara de hambre acumulada? Disfruten de su éxito, pero no se lo estrujen en la cara a la miseria, a través de símbolos extravagantes y grotescos. Pónganse a tono con la realidad de los que se quedaron ahí, en el nivel socioeconómico al que ustedes pertenecieron alguna vez. Practiquen la humildad cristiana y dejen esas exhibiciones para las grandes ciudades norteamericanas donde les persiguen las cámaras. Total, para conducir tales autos en nuestro país, deberán andar permanentemente en vilo, temerosos de que, por envidia, les rayen la carrocería o rompan un cristal. Un amigo al que comentaba esta opinión, ripostó de esta manera: “Bueno, pero mejor que sean estos símbolos del éxito honesto los que hagan esa exhibición y no los grandes capos de la droga y del robo a las arcas del Estado, que estrujan diariamente en la cara al ciudadano dominicano su impunidad, no solo subidos en autos como esos, sino también en lanchas, helicópteros, jets y villas”. Creo que, si bien lo uno es más positivo que lo otro, una actitud no reemplaza a la otra: ambas son perniciosas. ¿Qué opina usted?

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