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COGIÉNDOLO SUAVE

Horario de hombre

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Mario Emilio PérezSanto Domingo

En los inicios del año 1962 ingresé como locutor en la emisora Radio Tricolor, propiedad del destacado hombre del micrófono Hugo Hernández Llaverías, en horario de 11 de la noche a 4 de la madrugada. Como al mismo tiempo era estudiante de Derecho, al llegar a casa tras finalizar mi labor, después de ingerir lo que era desayuno, o sobrecena, me tiraba en la cama para dormir hasta algo más de las once antes meridiano. Mis padres y hermanos hacían mofa de estos horarios, señalando que al sumergirme en el sueño avanzada la mañana para salir de noche a trabajar, me convertía en una especie de Drácula, el hombre vampiro. A pesar de lo duro del turno locutoril, disfrutaba de numerosas satisfacciones ejerciéndolo. Quizá el mayor placer se derivaba de las numerosas llamadas telefónicas que me formulaban mujeres, que iban desde damas respetables hasta prostitutas, para solicitarme que las complaciera con alguna grabación musical. A pesar de mi juventud, poseía suficiente sapiencia mundanal, pues desde la adolescencia visitaba los barrios donde abundaban los prostíbulos, como el denominado Borojol. Por eso aprovechaba las llamadas para galantear a muchas de ellas, sobre todo a las que me hacían confidencias sobre los problemas sentimentales que enfrentaban. De ahí al nacimiento de un romance no había más que un paso, por lo que realicé varias conquistas, pese a mi condición de buen mozo secreto. Esa circunstancia me llevó a pernoctar en camas ajenas, muchas veces en días seguidos con mujeres diferentes, aprovechando los gloriosos bríos juveniles. Con una noviecita de ese período me limitaba a jornadas de cine en butacas de la parte trasera, donde intercambiábamos solamente besos espaciados. Porque cuando intentaba mezclarlos con tocamientos manituosos de anatómicas zonas prohibidas, lo impedía la eficiente alternancia del empujón y el manotazo. Las solicitudes de canciones provenían de personas en situaciones variadas, y no faltaron las invitaciones a fiestas de cumpleaños con amanecidas, abundancia de bebidas alcohólicas y uno que otro sancocho. No faltó algún festejo con acompañamiento de la guitarra de un trovador bohemio, los que disfruté liberado de impuestos. Hace unos días conversaba con un amigo, locutor radial, y al quejarme de haber laborado a esas horas, por lo que renuncié a los diez meses, respondió: --¡Qué lástima que no me recomendaras para sustituirte, porque debido a mi mala suerte sólo he laborado en horarios normales!

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