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La cara del futuro

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CARLOS MORALES TRONCOSOSanto Domingo

Desde el inicio del siglo XXI, República Dominicana viene desarrollando, con perseverancia y decisión, una sólida base para la interacción en sus relaciones exteriores. Como nación ha incrementado su presencia en los foros internacionales, ensanchando sus contactos y consolidando su peso, así como su prestigio en el cada día más complejo y competitivo mundo de la diplomacia; manteniendo la defensa de nuestra soberanía y la preservación de los intereses nacionales, como los dos principios cardinales de nuestra política exterior. La consolidación de nuestras metas y objetivos en las relaciones internacionales se ha obtenido mediante el establecimiento de una sólida red de vínculos con las naciones, no solo del continente sino también de África, Oriente Medio y el Asia Central y Oriental. Los avances tecnológicos y la interconexión existente han traído como consecuencia la rápida extensión de los mercados y las empresas, ampliación que se realiza sobrepasando las fronteras nacionales hasta alcanzar una dimensión mundial. En ese entorno de globalización, la influencia de las naciones se mide por la vastedad de sus recursos y también por la fortaleza de sus relaciones. República Dominicana, entonces, sólo puede ser fuerte en la medida de sus relaciones, teniendo siempre presente lo proclamado por el célebre estadista británico del siglo XIX, Lord Henry Palmerston: “Las naciones no tienen amigos permanentes ni enemigos permanentes, sólo tienen intereses permanentes”. En este contexto, el Ministerio de Relaciones Exteriores representa la imagen del gobierno de la República Dominicana en las relaciones internacionales. Conscientes de esa realidad, hemos conformado un sólido equipo de profesionales con las habilidades y actitudes necesarias para alcanzar los objetivos principales de nuestra política exterior. Hay serias amenazas, sin embargo, que afectan a todas las naciones y que inciden directamente en la elaboración de la política exterior, lo que obliga a mantener una constante vigilancia. De ahí que la fortaleza de nuestras relaciones exteriores dependa de nuestra capacidad para combatir la actividad criminal y el tráfico ilícito de drogas y de personas. Nuestras estructuras económicas y sociales sólo serán tan fuertes como la capacidad que logremos demostrar en el combate contra el analfabetismo. Nuestra credibilidad en el mundo estará firmemente ligada a la capacidad y la constancia que demostremos en nuestros esfuerzos para elevar y mejorar el nivel y la calidad de vida de los dominicanos. En esta era del conocimiento y de la revolución tecnológica, la pobreza y la desigualdad se han convertido en las principales amenazas para el crecimiento y la estabilidad de nuestras sociedades y naciones. Su reducción y eliminación deben ser objetivos primarios de la agenda nacional. Aung San Suu Kyi, la emblemática líder birmana, declaró: “Mi actitud hacia la paz se basa más bien en la definición de Birmania de la paz, que realmente significa la eliminación de todos los factores negativos que destruyen la paz en el mundo. La paz no significa solo poner fin a la violencia o la guerra, sino a todos los demás factores que amenazan la paz, como la discriminación, como la desigualdad y la pobreza”. En consecuencia, la lucha conjunta contra la pobreza, la desigualdad y la inseguridad ciudadana debe convertirse en una agenda permanente y de ininterrumpida ejecución. República Dominicana comparte con Haití la isla La Española. Somos dos naciones diferentes, con idiomas distintos, aunque unidas por una geografía compartida, y con economías que tienen un alto grado de interdependencia. El futuro de ambas naciones transita por los esfuerzos de cooperación conjunta. Nunca vamos a estar plenamente de acuerdo en todos los aspectos que conforman nuestras relaciones por un determinismo histórico divergente; pero hay que aprender a ponerse de acuerdo en una mayor cantidad de ellos. Es de interés mutuo ayudarnos y no obstaculizar los esfuerzos orientados en esa dirección, al igual que el fortalecimiento de nuestras sociedades civiles y de nuestras estructuras sociales. Resulta también de interés común para compartir nuestros recursos y activos en la búsqueda de mejores condiciones de vida para todos nuestros conciudadanos. Como nación en plena interacción en un sistema en el que se ha liberalizado al máximo la circulación de los flujos financieros y monetarios, y con cada día menos limitaciones y controles también de los movimientos de mercancías, se hace imprescindible realizar los ajustes pertinentes en nuestra economía para poder competir. En esa dirección, entre otras tareas pendientes, debemos promover un rápido crecimiento de nuestro aparato productivo para incrementar nuestras exportaciones. Debemos fomentar el crecimiento de nuestra economía siempre asegurando la creación de nuevas plazas de trabajo. En esta ingente tarea, la educación desempeñará, como en todos los aspectos del ser humano, un papel determinante, pues una fuerza laboral educada, con fuertes habilidades técnicas y tecnológicas es fundamental para el desarrollo y la prosperidad de nuestro país. No será una tarea fácil, ni debe serlo, pero es imprescindible su realización. “He caminado ese largo camino hacia la libertad”, escribió Nelson Mandela en su autobiografía. “He tratado de no fallar; y he dado pasos en falso en el camino. Pero he descubierto el secreto de que después de escalar una gran colina, uno sólo encuentra que hay muchas más colinas que ascender. Me he tomado un momento para descansar, para apreciar por un instante la vista gloriosa que me rodea; para mirar hacia atrás y darme cuenta de toda la distancia que he recorrido. Pero solo puedo descansar solo por un momento, porque con la libertad vienen responsabilidades, y no me atrevo a persistir, porque mi larga caminata aún no ha terminado”. Debemos seguir trillando nuestro destino. Ampliar nuestra capacidad de comunicación. Eso significa que procuremos ampliar nuestra capacidad de comunicarnos en otros idiomas y con culturas. Nosotros ya hablamos el lenguaje del deporte, un componente clave de nuestro prestigio internacional. Hablamos, por igual, el lenguaje del turismo, un factor clave en la apreciación global de la riqueza natural de nuestro país. Pero hay otros idiomas que tenemos que dominar con la misma intensidad, como el de la protección del medio ambiente, el del cambio climático, el de la investigación, y el progreso científico y técnico, así como el lenguaje del espíritu empresarial y la creatividad. Desde 1492, estamos en la encrucijada del mundo. Nuestra posición geográfica, nuestra historia, nuestra cultura y nuestros talentos han enriquecido no sólo a la región sino al mundo. Pero aún nos queda como nación mucho camino por recorrer. La tarea que le aguarda a la próxima generación de diplomáticos dominicanos es ardua para lograr encontrar y consolidar nuestra posición como nación ante los retos y desafíos que plantea continuamente la creciente interdependencia, signo predominante de los tiempos. Esta nueva entrega a la historia de este tiempo debe centrarse en lograr la consolidación como nación, promoviendo todas las reformas necesarias que demandan las circunstancias, teniendo siempre el cuidado de que esas acciones no estén dirigidas a la mera concentración de la riqueza, del beneficio económico, sino que estas acciones estén siempre encaminadas al beneficio de la colectividad y hacia su perfeccionamiento integral. República Dominicana, a pesar de ser un país pequeño, se ha manejado siempre con modestia, pero con estricto apego a los valores y principios que norman las relaciones entre las naciones. Compartimos, desde nuestra modestia en el concierto interamericano, los ideales de la gran mayoría de las naciones del universo en favor de la paz y la concordia, la solución jurídica de los conflictos entre los estados, de la no intervención de ningún país en los asuntos internos de otro; de absoluto respeto a la soberanía ajena, de adhesión irrestricta a la justicia internacional y al derecho de los pueblos no desarrollados a recibir la asistencia y la cooperación de los más ricos, de sujeción al dogma de la igualdad jurídica de los estados en el orden internacional y de observancia, en fin, en cuanto al orden interno, de las garantías debidas al ser humano. Hacer prevalecer siempre esos valores y principios es el reto que aguarda a la diplomacia dominicana. Así lo hemos hecho en el pasado y así lo haremos en el futuro. Vemos orgullosos nuestro pasado y confiamos en el porvenir. Este fue el último artículo escrito por el canciller Carlos Morales Troncoso en septiembre de este año.

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