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En la diana

Primer tiroEn el momento en que el fantasma de la deuda pública recorre todo el panorama nacional, el FMI dice que espera el día en que el proceso del ajuste fiscal se fundamente en el incremento de los ingresos internos en vez de en la permanente reducción del gasto público de inversión. Simultáneamente se ha dicho que la política de flotación controlada del tipo de cambio reduce los ingresos tributarios del Gobierno. Aunque el comunicado del FMI no apela a una mayor flexibilización del tipo de cambio, ambos planteamientos también ofrecen la oportunidad de analizar el papel de dicha variable en la sostenibilidad de la deuda pública, en el gasto público y en los ingresos tributarios. El primer efecto es simple: mientras más estable es el tipo de cambio, mayor es la sostenibilidad de la deuda pública medida en moneda nacional, y menor es el esfuerzo que tiene que hacer el Gobierno para cumplir con el servicio de la deuda pública externa. Segundo tiroAunque siempre es conveniente para la competitividad de los bienes y servicios transables mantener un tipo de cambio real estable (la devaluación debería de ser por lo menos igual al diferencial de la inflación interna y la externa) el efecto neto de la estabilidad del tipo de cambio en el déficit fiscal siempre será positivo, pues la suma del gasto en el servicio de la deuda pública y el monto global del déficit de las empresas públicas eléctricas pagadero en moneda extranjera siempre será mayor que el aumento de los ingresos que se producen por una mayor base para el cálculo de los ingresos aduanales y por desembolsos de préstamos externos al sector público. Si el efecto de la estabilidad cambiaria sobre las finanzas públicas es positivo, y si la devaluación se encuentra muy por encima de la inflación, entonces el asunto de que el tipo de cambio termine por debajo de lo contemplado en el presupuesto podría ser irrelevante. Tercer tiroEl análisis del impacto de la reducción de los precios del petróleo sobre el déficit fiscal es muy parecido al del tipo de cambio: reduce los ingresos por impuestos ad-valorem sobre los combustibles, pero también reduce el gasto en subsidios a la tarifa eléctrica. Y es aquí donde se puede introducir al análisis el tema del origen de la deuda pública, pues mucha de ella proviene del déficit de las empresas públicas eléctricas, y otra gran parte de gastos que no han tenido una contraparte en inversiones en activos fijos que le otorguen sostenibilidad.Y pronto llegarán días en que muchos se darán cuenta que es necesario analizar el origen del monto de la deuda pública actual, identificando el destino de los recursos de cada operación, y separando la buena de la mala deuda pública, incluyendo en esta última categoría cualquier componente de sobrevaloración que se pueda identificar en proyectos de inversión pública ya ejecutados, y todas las operaciones realizadas para pagar deudas con generadores eléctricos, y para financiar otros subsidios y transferencias que no se cubrieron con los correspondientes ingresos corrientes. No se sabe cuándo, pero esos días llegarán.

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