Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

FE Y ACONTECER

El cristianismo es amor y encuentro

Avatar del Listín Diario
Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

La liturgia del domingo 26 de octubre en la primera lectura tomada del Exodo 20, 22-33 encontramos un conjunto legislativo que sigue en el texto el Decálogo de Moisés y recoge un núcleo de prescripciones de carácter social, en defensa del pobre. Se legisla sobre el trato a tres clases de personas entre los pobres y marginados socialmente: -Los extranjeros o sea los desplazados de su tierra por culpa de guerras, pestes, hambres, conflictos con su clan o en su pueblo. Son personas particularmente expuestas al abuso y a la explotación por carecer de medios propios y de quien las defienda. -Las viudas y los huérfanos son personas débiles en su condición, incapaces de hacer valer sus derechos. También las antiguas leyes orientales conocen estas categorías de personas para velar por ellas. -Los pobres que por necesidad se ven precisados a empeñar los bienes fundamentales de subsistencia y hasta vender sus personas a la esclavitud. El Código de la Alianza los defiende de la usura: dentro del clan o del pueblo no hay lugar a prestar dinero por interés ni a aprovecharse del necesitado en bien propio. Evangelio: San Mateo 22, 34-40. La escena del Evangelio se desarrolla en un contexto de polémica entre Jesús y sus enemigos declarados, los guías religiosos del pueblo judío. Así lo dice al comienzo del texto: “los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo y uno de ellos que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba, Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? Los estudiosos desglosaban en 613 preceptos de los que 248 eran prescripciones positivas y 365 eran prohibiciones, tantas como los días del año. Todos estos mandamientos positivos y negativos había que cumplirlos, pues constituían la Torah (Ley, en hebreo). Por supuesto que los contrincantes de Jesús conocían ese bosque de preceptos y se perdían en él. Aquí se sitúa la pregunta del fariseo a Jesús para comprometerle en su opción prioritaria. ¿Qué responde Jesús? “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a tí mismo”. Los términos en que Jesús responde no constituían novedad para un judío y menos para los rígidos y observantes fariseos. Lo nuevo en la respuesta de Jesús son dos puntos: -Define el amor a Dios y al hermano como el centro esencial de la Ley; algo olvidado por los escribas y fariseos que andaban perdidos en una selva de normas, rituales, prescripciones jurídicas y disposiciones sobre lo puro y lo impuro, los ayunos y las abluciones. Jesús aporta un principio síntesis que unifica y equipara dos mandamientos, que los especialistas de la Ley entendían y explicaban como diferentes, separados y a distinto nivel: Dios y el prójimo. La unidad del precepto de amar a Dios y al hermano es indisoluble, afirma Jesús; más todavía, ahí se resume toda la Ley y los Profetas. -El cristianismo es amor y encuentro. Amar es lo esencial, el seguimiento de Jesucristo es fundamentalmente amar, encontrarse con Dios en el amor a través de la fraternidad con nuestros semejantes. Hubo un rabino llamado Hillel (año 20 a.C.) que decía: “No hagas a otro lo que no quieras para tí. Esto es la Ley, y lo demás es comentario”. Pero Jesús es más positivo, en su enseñanza prima el amor como el marco y la esencia de la entera Ley de Dios y de sus aplicaciones concretas. Las dos dimensiones, amor a Dios y al hermano, Jesús las ha unido en un mismo y doble mandamiento. Amar a Dios sin amor al hombre es una utopía religiosa (una mentira, dice San Juan) pues Dios se encarna en el hermano. Porque Dios es amor y ama al hombre. Dios y el hombre son los dos interlocutores del diálogo de salvación y ambos se definen por el amor. “Dios es amor”, afirma San Juan y como tal se ha revelado cuando salió al encuentro del hombre por medio de la palabra humanada, Cristo Jesús. A su vez el hombre se define también como un ser hecho para amar y ser amado. En la misma línea tenemos la intuición genial de San Agustín: “Mi amor es mi peso”, es mi ley de gravedad, puede decirse con Newton en lenguaje físico o en términos sicológicos con William James: “lo afectivo es lo efectivo”. El amor es la vía mejor y más directa. Hemos de abrirnos al misterio de Dios y del prójimo por el camino de la fe y del amor; porque para ese encuentro no hay vía mejor ni más rápida que el amor, nuestro centro de gravedad. Finalmente, la medida del amor es amar sin medida, viene a decirnos Jesús con su ejemplo.

Tags relacionados