Tiempo para el alma

“Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela”. Lc. 12: 37. Señor no es miedo a ti y a tu sentencia, es mi respeto y mi amor a ti y tus enseñanzas, es la esperanza de mi vida después de la vida. Que siempre sea coherente, que busque esa paz de la que me hablas; que viva lo que me enseñas y proclamo a otros; que recuerde siempre tu amor infinito, tu sacrificio, ese que ofreciste por mí y por los míos. Padre amado, Padre bueno, que cuando esté en medio de los afanes del mundo no olvide la forma en que te alabé y bendije tu nombre; que no dañe con mis actos en la vida ordinaria lo que hice con mis palabras cuando estuve en medio de tu comunidad. Padre misericordioso, que mi arrepentimiento sea como un juramento escrito con sangre de que procuraré fielmente no volver a caer; que no esté pidiendo perdón para incurrir en la misma debilidad una y otra vez como si te estuviera tomando el pelo, como si creyera que eres un padre alcahuete. Padre y Señor mío, que cuando esto concluya pueda llegar a tu presencia para estar contigo cara a cara.