Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

CRÓNICA LIGERA

Espejo de vida

Avatar del Listín Diario
Ana Mercy OtáñezSanto Domingo

Desde hace unos años mi corazón pedía a gritos un “chocolate caliente”, decidí tomármelo con “mimisma” y me alivió el alma. De ahí salieron conclusiones importantes que me despejaron el camino de la vida.

Si, porque hice un análisis de introspección recorriendo cada una de las áreas de mi cuerpo y de mis sentimientos. Mi malestar no es físico, es emocional; rápido comprendí donde estaba el “bache”...

Sufro de un mal que vivimos todos los seres humanos que dedicamos muchos años a otros humanos, en mi caso, a mis hijos.

Creo que a todas las mujeres que somos madres nos pasa el desbalance del corazón, no por un sufrimiento de un amor carnal, por no alcanzar una meta personal o profesional, sino por el ya conocido y famoso síndrome del “nido vacío”, definido como la sensación general de soledad que los padres o tutores podemos sentir cuando nuestros hijos se van del hogar... Yo me inscribo en el grupo que ha comenzado a vivir una versión distinta de este mal, pues mis hijos siguen a mi lado, no se han marchado de la casa, pero han emprendido su propio vuelo, han comenzado a dar pasos concretos y definidos de hacia donde quieren encaminar sus vidas y yo he quedado varada en el medio, con el corazón a media asta cada vez que salen con sus novias, amigos o van a la universidad. Confío en ellos, me han dado diversos motivos para valorar el ser su madre, pero es una etapa que aunque sabía que llegaría, me tomó desprevenida.

Admito que para mi ha sido muy duro perder el control de ir tras ellos, de ser su manager, hacer de porrista, chofer, colaboradora, psicóloga, referee o coach y de la noche a la mañana solo ser un ente de consulta ante cual o tal situación. Si pidiera que levanten las manos a mis amigas en situación parecida, podríamos hacer una ola... El tiempo ha pasado y no tengo palabras para valorar cada sentimiento encontrado que habita en mi...

Mientras vivo cada etapa de ellos amo más a mi madre, y ahora entiendo de sus regaños por mis tardanzas y de sus orientaciones por mis ímpetus de juventud. Yo la dejé un día sin previo aviso y vine a la ciudad, tras mis sueños...

Fui cruel y no lo supe hasta que me llegó mi turno. Cuánto habrá llorado en silencio mi partida, cuántos trasnoches por no saber si había llegado bien a la casa... Cuántas veces me dijo que estaba bien por no perturbar mi trayecto. Ponga aquí el refrán: “Hijo fuiste, padre serás”...

Ser madre ha sido mi mejor experiencia, me ha dado grandes satisfacciones y fuertes dolores, pero Dios ha construido una mujer llena de fortalezas que ante lo cotidiano vive de su mayor vulnerabilidad.

¡Espejo de vida!

Con el favor de Dios no leemos la próxima semana.

Tags relacionados