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DE CERCA

¿Tienes un hijo favorito?

La respuesta automática de los padres ante esta pregunta suele ser que para todos existe el mismo amor.

Completamente incierto.

¡Si, tenemos un hijo favorito!, pero nos cuesta enfrentarnos a esta verdad porque no queremos ser cuestionados sobre las razones. Resulta difícil y extremadamente complicado poder decidir entre un hijo y otro.

Lo ideal es dividir tu tiempo y atenciones para que ninguno se sienta privilegiado ni afectado.

Tener una cierta empatía especial con un miembro de la prole no significa que los demás no gozan de cariño y respeto.

Hace unas semanas sostuve una larga e interesante conversación con una íntima amiga sobre este tema. Ella me comentaba que suele sentirse culpable, porque aunque se esfuerza por no darlo a demostrar, y maneja de forma adecuada los privilegios y castigos, siente una marcada predilección por un hijo en particular, pero le da terror siquiera pensar en que los demás lleguen a darse cuenta, lo que hace que con este hijo ella sea más exigente. Buscando en Internet nos topamos con un artículo de Jeffrey Kluger, “Por qué mamá te quiso más, la ciencia del favoritismo”, publicado en The New York Times, en el que se sostiene que la preferencia por alguno de los hijos no es sólo natural sino inevitable para los padres, y que aunque insistan en decir que el amor por su descendencia es igual, la realidad es que en el fondo siempre hay un preferido. En algunos casos el ‘supuesto favorito’ utiliza el escenario para su beneficio, mientras los otros se esfuerzan en silencio por ganarse un lugar, relata el artículo.

Lógicamente este hallazgo no la hizo sentir mejor. Entiendo que de manera casi natural las madres solemos inclinarnos hacia los hijos más pequeños, por un sentido de protección y los padres suelen adorar a sus pequeñas princesas. Cada hijo tiene una personalidad y habilidad distinta, y será tratado en función de sus intereses.

Tengo dos hijos, y aunque confieso que me quedé con los deseos de tener una niña, agradezco a Dios que sean del mismo sexo y con una diferencia de edades marcada con década, esto me ha permitido darle a cada uno su espacio y no dejar en ellos la percepción de un trato desigual. Pareciera un tema inofensivo, pero leí que serios problemas de autoestima se generan en este contexto y muchos padres, quizá sin darse cuenta, contribuyen a empeorar la situación haciendo comparaciones entre hermanos.

El deber de nosotros es hacer sentir a nuestros hijos especiales, que tengan claro que cuentan con un un amor incondicional y que ese sentimiento no cambiará aunque en algún momento podamos mostrarnos más cercanos a unos que a otros. Lo ideal es que el favoritismo no exista, pero si se diera el caso, guardarlo como un secreto es la mejor opción. Cada hijo es un regalo y no existe mayor bendición que la de tener el privilegio de ser llamada mamá. ¡Que el favorito sea el que nos necesite! ¡Hasta el lunes!

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