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IMAGEN PROFESIONAL

La imagen correcta en la exposición pública

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Lissette Selman | Especial para Listín DiarioSanto Domingo

Por imagen correcta entenderemos la proyección propia de quien ha tomado en cuenta el atuendo, la manera de caminar, la postura, la mirada, los gestos y de manera muy especial, la actitud; porque los mensajes constituyen una fuente de emanación constante, descodificado de manera inconsciente por todos con relación a los demás, hasta en la forma simple de interacción.

EL DISCURSO Como en tantos otros campos, menos es más a la hora de pronunciar un discurso, así que trate de que el suyo sea rico en contenido, ameno, interesante, pero sin excederse al punto de compartir información que no es tan relevante o de llegar a ser repetitivo en las ideas. Eso sí, tampoco tan escaso que le falten datos que contribuyan a transmitir su mensaje.

Estructúrelo en el esquema de introducción, desarrollo y conclusión, tomando en cuenta que la introducción básica se circunscribe al enunciado del tema o tópico de sus palabras y la importancia o porqué del mismo.

Enriquézcalo con alguna cita o grase célebre relacionada, incluya –si las circunstancias se lo permiten- alguna anécdota que refleje el impacto de su tema, pero en cualquier caso, trate de imprimirle ritmo. Orar, pronunciar un discurso es como bailar, debe tener cadencia, armonía, belleza e impacto.

EL PRIMER MOMENTO EN EL ESCENARIO Esa primera impresión al aparecer en el escenario para pronunciar un discurso es crucial; marca la pauta de lo que el auditorio podrá esperar, así sugiero tomar en cuenta los siguientes factores: Tan pronto comienza la actividad y mientras se acerca al escenario, respire nasal, lenta y profundamente. La respiración es fundamental para lograr y mantener el control y prepararse a hacer su gran papel.

Sonría y agradezca a quien le ha presentado, al menos con un gesto, pues enviará una buena señal al público.

Apoye sus manos sobre el podio (casi siempre dispondrá de uno) y utilícelo como soporte para canalizar su miedo escénico si lo tuviera, pero también porque será el lugar correcto para hacer de sus manos sus mejores aliadas.

Dedique una sonrisa en rostro amable, acompañada de una mirada que recorra el público, de forma que todos se sientan incluidos. Recuerde mantener su respiración siempre nasal, siempre profunda sobre todo al comenzar y dispóngase a pronunciar su discurso con el tiempo que necesite para evitar muletillas verbales y gestuales, evadir deslices en su dicción, etc.

Ponga entusiasmo en sus primeras palabras, porque el público proyectará cómo será su desenvolvimiento en el escenario a partir de ese primer momento.

EL ATUENDO La hora, el lugar, el tipo de actividad, entre otros factores, indicarán el tipo de vestimenta a utilizar; en cualquier caso, se sugiere evitar extravagancias que llamen más la atención que su discurso.

Si entiende que necesita asesoría en este campo, hágase de ella de la mano de un experto, no improvise.

Eso sí, muy importante la comodidad y esto va tanto para los caballeros como para las damas, pero sobre todo para estas últimas, pues ropa ajustada y tacones muy altos pueden distraer nuestra atención de la concentración y disfrute del momento en el escenario.

ACTITUD La intención define la actitud, de ahí deriva todo lo que expresamos en nuestro lenguaje corporal y también en el verbal. Por eso es importante definir el propósito de nuestra exposición, ya sea en un mensaje corto o en un discurso, lo mismo que revisar nuestro interior para identificar lo que nos mueve, inspira o inquieta.

Lo que se ve afuera es el reflejo de lo que hay dentro y como nadie puede dar lo que no tiene, la primera tarea es trabajar con nosotros mismos en una introspección permanente que además debe llevarnos a darnos cuenta que cada exposición pública representa una oportunidad única e irrepetible, que ha de ser aprovechada al máximo.

Una buena manera de comenzar esta experiencia es recordando que hay valores que no deben faltar jamás, dos fundamentales entre otros: humildad y entusiasmo; el primer valor mantiene nuestros pies en la tierra, mientras que el segundo nos eleva al infinito. Y es que una actitud sumisa no impacta y una actitud arrogante distancia, así que apoyarse en la convicción del valor propio estimando al mismo tiempo a los demás es garantía de equilibrio.

QUE NO FALTE EMOCIÓN Que no le falte emoción a su discurso; el orador debe apelar siempre a la emoción del auditorio para conmoverles y deleitarles.

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