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A DISTANCIA

Una bola de nieve que crece más

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ADOLFO VALENZUELASanto Domingo

Si a Hillary Clinton le ha perseguido el uso de un servidor privado, con el asunto de los correos electrónicos, en momentos en que era secretaria de Estado, durante la Administración Obama, al actual mandatario estadounidense, Donald Trump, la relación y contactos de algunos de sus más cercanos colaboradores durante la campaña presidencial con enviados del gobierno ruso, no le ha dejado dormir en paz por mucho tiempo.

Y si esto no es suficiente, el despido del exjefe del FBI, James Comey, y las razones iniciales por las cuales tomó la decisión, han lanzado más leña ardiente a la hoguera.

Aunque se planteó que fue en respuesta a que ayudó a que Clinton no fuera juzggada por “el desliz”, lo que se ha salido de control es la filtración posterior de que el Presidente había pedido a Comey que “pusiera fin a una investigación sobre los nexos de Rusia del exasesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn”, según informó el periódico The New York Times.

Eso, para los estadounidenses y sus políticos, es la ruptura de una norma supuestamente inviolable: la separación de poderes y, en este caso, un pecado capital porque demuestra que “(Trump) ha intentado influir en las investigaciones que realizan el FBI y el Departamento de Justicia en los nexos con Rusia de asistentes de Trump”.

El error de Flynn fue no informar debidamente, durante las audiencias ante comités congresionales, sobre las conversaciones que había tenido con el embajador ruso en Estados Unidos, Sergei Kislyak, y el dinero que recibió de tres compañías rusas por discursos (lo cual es perfectamente legal), “antes de unirse a la campaña de Trump”. Silenciar no es inteligencia en estos casos.

También se agrega que durante una reunión reciente con el canciller ruso, Serguei Lavrov, supuestamente el Presidente le dio información confidencial, proporcionada por los israelíes, los cuales, según The New York Times, “este país ya pidió a Washington que se cuidadoso con los datos de inteligencia a que tiene acceso el Presidente”.

Es cierto. La prensa no está muy feliz con el mandatario y a la inversa. Ayer, Donald Trump gritó: “Ningún político en la historia ha sido tratado peor o más injustamente”. Y la selección del fiscal especial, Robert Mueller, bajo la presión de congresistas demócratas y republicanos, no augura que será “salvado” cuando caiga el último copo de nieve.

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