Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

DE LIBROS Y LIBRERÍAS

Doña Floralba Delmonte

Avatar del Listín Diario
María Antonietta RonzinoSanto Domingo

Mi primer contacto con doña Floralba fue directamente con su música: a mediados de los 80. Fue durante un concierto en el que ella participó como solista con la Orquesta Sifónica Nacional bajo la batuta del maestro Carlos Piantini. Yo era apenas una adolescente, pero me admiró mucho lo competente de su técnica pianística, tanto que, le dediqué una reseña del concierto para este periódico. Ella agradeció mi escrito con su habitual elegancia.

Años más tarde ingresé al Conservatorio Nacional de Música (CNM) para continuar mis estudios de guitarra y teoría musical, para entonces ella había sido nombrada directora por el gobierno del doctor Joaquín Balaguer. No necesité mucho para darme cuenta de lo estricta que era doña Floralba en su gestión, así como lo innegociable que eran sus criterios. Mi caso no distaba del de otros estudiantes, pues era normal entrar al CNM cargando con ideales y sueños y pronto decepcionarse por las innúmeras precariedades que sufría y aún sufre la institución, de manera endémica. Los más tozudos y quizás un poco mejor informados de nosotros, abogamos incansablemente por la reforma y actualización en los programas de estudios, de la biblioteca (una entelequia en la que vegetaban los frutos ancianos de piadosas donaciones, cuando lo que correspondía era la dotación, si es posible anual, de bibliografía actualizada y revisada), y por un mejor aprovisionamiento de instrumentos y equipos para facilitar la práctica y el estudio. Nuestros afanes inevitablemente chocando con la reticencia de doña Floralba a apoyar cualquier cosa que no fuera lo que ella entendía como canónico en la enseñanza clásica de la música. Fue una lucha de varios años en la que tuvieron que intervenir músicos internacionales, así como los más notables músicos dominicanos del momento para que ella cediera y permitiera la introducción de un programa de jazz y música popular en el Conservatorio. Nunca se me olvida una discusión que tuvimos una tarde en la que ambas fuimos absolutamente inflexibles en nuestras posiciones: mientras yo insistía en lo imperativo que era que el Conservatorio impartiera materias de ciencias sociales y humanidades, como complemento vital en la formación de los músicos, ella insistía que un músico no necesitaba saber de otra cosa que no fuera música. Pero si doña Floralba era inflexible, a la larga, supo ser razonable. Más adelante, muy lentamente, se sucedieron algunos cambios de los muchos que hacía tiempo eran de rigor para el aggiornamento del CNM.

Lo importante es que aparte de esos episodios y mirando retrospectivamente su gestión, hay que reconocer que ella fue uno de los directores más abnegados y honestos que el Conservatorio ha tenido en su aún corta historia: su gestión absolutamente proba y desinteresada. Ella amó la enseñanza de la música por encima de todo y fue maestra de generaciones. Lo suyo era educar, no perseguir nombradías ni beneficios propios. Igualmente hay que reconocer varios logros eminentes y, por qué no, heroícos de doña Floralba al frente del Conservatorio. Primero, ella fue quien consiguió que tuviera una casa permanente en los 90, muchos no recordarán que los ochentas fueron funestos para nuestra escuela superior de música, ya que casi la mitad de ese decenio lo pasó cerrado, luego de que lo sacaran del antiguo local del Partido Dominicano de Trujillo, donde el salitre y el ciclón David habían destruido prácticamente todos sus pianos, contrabajos y recursos didácticos. De ahí se le mudó temporalmente a la antigua casa que ocupaba Turismo. En fin, son tantas cosas qué decir y qué agradecer a doña Floralba, que hoy simplemente podemos que descanse en Paz.

Tags relacionados