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COSAS DE DIOS

Vecinos en el infierno

Los seres humanos podemos enviar a nuestros iguales a muchos lugares, incluido el espacio, si disponemos de un cohete para ello, pero existen dos destinos a los que ninguna persona puede lograr que otra se vaya, estos son el cielo y el infierno.

Si el mundo fuese un tribunal, nosotros, todos los seres humanos, estuviéramos sentados en el mismo sitio, el banquillo de los acusados. Y usted nunca ha visto, en un juzgado, que un preso decida la condena o absolución de su vecino. Quien decide eso es el juez. Así mismo ocurre con el destino de nuestras almas, es el juez, Dios, quien toma la decisión sobre a dónde iremos a parar. Por eso, hay que tener cuidado con lo que deseamos a otros.

Hace unos días, la muerte de un hombre condenado por delitos horrible, y acusado de otros no menos grave, llevó a mucha gente a quienes quiero, admiro y respeto, a desearle que se fuese al infierno, como si, en ese caso, decir cualquier cosa estuviese permitido. Y no es así. El respeto ante los muertos no habla de quién falleció, habla de los vivos.

Pero el punto más grave de esa avalancha de “que se vaya al infierno”, que leí por redes sociales y otros medios de comunicación, es que estamos olvidando que nos encontramos sentados en el mismo banco y en espera de juicio a manos del mismo juez. Que también nosotros somos acusados y que no sabemos a dónde iremos a parar.

Ese deseo, de que este individuo arda en el fuego eterno, lo que quiere expresar, pienso yo, es que además de recibir un castigo por sus muchos pecados, aspiramos a que se aleje de nosotros. De ser así, lo recomendable sería actuar con un poquito más de misericordia.

Recuerden con el amor que Jesús miró a Pedro un segundo después de que éste lo negó tres veces y pese a que, en ese mismo momento, estaba siendo conducido al calvario. También, cómo desarmó a quienes acusaban a la mujer adúltera al pedirles que lanzaran la primera piedra los que estuvieran libres de culpa.

Y vuelvo, entonces, al deseo de tantos para que ese hombre reciba el castigo eterno, y les digo, si esa es la decisión de Dios, allá estará; pero no olviden que todos esperamos por juicio sentados en el mismo banco y, tal vez, deberíamos ser más piadosos no vaya a ser ese monstruo el que nos toque como vecino si, al final, nuestro destino también es el infierno.

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