COSAS DE DIOS

Una vida de perros

Tintín es un príncipe. Por la mañana, cuando despierta, como los millonarios que tienen criados a su servicio a los que llaman con una campanita, él deja escapar un lamento para que todo el mundo sepa que ya quiere salir a pasear. Si el paseo se retrasa, arma “una” que alguien tiene que dejar lo que está haciendo y correr a resolverle el problema a él. Así, toda la familia está a su servicio.

Mi hijo Javier lo pasea dos veces al día, salvo cuando tiene otras obligaciones. Entonces, la responsabilidad recae sobre Laura, Jorgito y, al menos una vez a la semana, sobre mí. En esas ocasiones en que me toca pasearlo, mi autoestima se ve afectada. Vivo en ese sector desde hace cinco años pero a quien la gente saluda por la calle es a Tintín. “Hola, Tintín”, escucho aquí y allá. Como me imagino que ya saben que Tintín es un perro, salvo algún que otro gruñido, él no responde, así es que me toca a mí contestar los saludos: Hola, ¿cómo está? Buenos días. Igualito a una secretaria, o vocera, digo yo, mientras el príncipe Tintín camina orondo y yo siento que quien me está paseando es él a mí.

Tras el paseo, al llegar a la casa cada mañana ocupa el sofá para tomar el sol, tendido tan largo como es, que no es mucho, por cierto, ya que se trata de un chihuahua. Ahí se queda adormecido. Si alguno osa interrumpir su siesta matutina, abre los ojos y levanta ligeramente la cabeza en un gesto aristocrático que, sin embargo, indica que, por favor, guarde silencio. Es en momentos como ese, mientras riego las plantas, preparo el desayuno de los muchachos, planifico la jornada, recojo y cumplo con otras mil obligaciones, cuando miro a Tintín y lo envidio. El otro día, le grité: “Tintín, cuando yo sea perro quiero ser como tú”. Por supuesto, él ignoró el comentario y volvió a acurrucarse en el sofá.

Usted se preguntará qué tiene que ver esto que escribo hoy con el nuevo título de mi columna, “Cosas de Dios”, bueno, los perros también son criaturas del Señor, este espacio me lo asignaron en el LISTÍN para que yo escriba y, además, un lector se quejó porque ya no se reía con mi columna. Espero que hoy lo haya vuelto a hacer. Por demás, es viernes y estamos alegres porque esta semana celebramos la Pascua de Resurrección.

Y con la historia del quinto miembro de mi familia lo que quiero decir, también, es que, si pudiera vivir como Tintín, no me importaría tener una vida de perros.

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