Santo Domingo 20°C/20°C clear sky

Suscribete

COSAS DE DIOS

Ya entendí

Tras finalizar un proyecto, con un sentido cristiano, analicé que quienes participamos no habíamos hecho nada por nosotros mismos. Que cada elemento aportado y cada persona involucrada habían sido escogidos por Dios. Que Él nos regaló a cada uno los dones. Que Él puso en cada quien la voluntad de hacer. Y que permitió, incluso, que algunas cosas no salieran como fueron planeadas porque así no funcionarían bien. Por eso, cometimos errores que se transformaron en aciertos a la hora de la verdad. Errores que solucionaron problemas, que enriquecieron el proyecto planteado. Milagro tras milagro, vimos la verdad.

Fuimos tan pequeñitos, tan insignificantes en ese proyecto suyo, que yo le pregunté, después que el desafío pasó, y al recapitular el proceso de ejecución y ver Su mano en todo: “¿Para qué nos necesitabas si ya lo habías dispuesto y resuelto Tú? Nadie hizo nada aquí. ¿Por qué nos hiciste tan pequeñitos? ¿Tan insignificantes? Porque, si a ver vamos, nada de lo que tenemos es por mérito propio. Los dones que recibimos vienen de Ti y hasta el querer y el hacer eres Tú quien lo pones en nuestro corazón, así que, al final, no servimos de mucho”.

Sentía, en ese momento, ya agotada, que bien pude quedarme de brazos cruzados, en lugar de trabajar tanto y, al final, todo saldría bien. Y me sentía ajena a aquel proyecto, como si fuera solo Suyo. Y el orgullo herido, al reconocer nuestra pequeñez, me empujó a decirle: “Bien pudiste hacernos más útiles”.

Y pensaba en aquella frase bíblica “siervo inútil soy”. Concluí que es cierta letra por letra.

Entonces, Dios me explicó su método de trabajo, ¿cómo?, qué le digo, atrévase un día a hablar con Él para que sepa cómo responde. Es, simplemente, que tú sientes y comprendes.

Lo que sentí es que, cuando hacemos cualquier cosa para Su obra, es como si Él mismo la hiciera porque formamos parte de Dios, somos sus hijos, su creación. Que todos los que nos reunimos para aquel proyecto éramos, por igual, parte de Él. Que fuimos un enorme, y a la vez pequeñito, pedazo de Dios trabajando juntos hacia un propósito. Que lo llevamos a Él dentro porque somos templo del Espíritu Santo. De ahí que cualquier cosa que hagamos en Su nombre es suya y nuestra, a la vez, porque somos una porción de un todo que es Dios mismo.

¡Ahhh!, dije entonces, ya entendí. Imagino que Dios, en su amor y misericordia infinita, sonrió, y se habrá dicho, a su vez: ¡Al fin! ¡Ay, esta Alicia!

Tags relacionados